sábado, 18 de octubre de 2008

EL DRAMA DE LOS DIVORCIADOS


Ante el aumento de los crímenes pasionales, especialmente de esposas, novias o compañeras, la opinión generalizada es que el hombre peca de machismo y no aguanta la ruptura de la relación en común.
Poco a poco se van generalizando los debates en los que se intenta aclarar esta situación y estudiar en profundidad las verdaderas causas de este fracaso.
Se dice que la incorporación de la mujer al trabajo le ha dado la autonomía económica, que influye bastante en esta situación. Pero creo que cuando la pareja tiene problemas, estos se deben por igual a los dos cónyuges, pues según dice el refrán, “dos no riñen si uno no quiere.”
Aunque los jóvenes tengan otro punto de vista, la vida en pareja es un continuo intercambio de afectos mutuos, con los que se aguantan todas las pequeñas rencillas de la vida en común.
Como parece que la ley del péndulo nos encanta a todos, hemos pasado del machismo más cobarde al hembrismo más refinado. Esta nueva denominación parece que se está imponiendo, no sin causas que lo avalen. Tan hembrista es la mujer que por rencor denuncia de falsos malos tratos al marido, como este de machista si abusa de su fuerza física.
Debemos ser ecuánimes en buscar el punto medio en este pugilato y sobre todo, sopesar el gran perjuicio que se hace a los hijos, si los hubiere. A pesar de la mucha demagogia que existe, está demostrado que la colaboración de la pareja es insustituible para el buen desarrollo del niño.
Si tomamos los ejemplos, que la sabia naturaleza nos brinda, observamos que los animales, que llamamos irracionales, nos dan a los racionales, sopas con onda en este aspecto.
Habréis notado que cuando una pareja de cualquier animal se involucra para perpetuar su especie, no reparan en sacrificios, a veces heróicos, por sacar a sus hijos adelante.
Este comportamiento animal quizá nos parezca alejado del ánimo que muchos padres pueden sentir al verse separados de sus hijos, pues muchas reacciones nuestras, por mucho que las disfracemos con la educación, se acercan bastante a la de aquellos.
Para mitigar un tanto este comportamiento tienen que tener en cuenta, tanto legisladores, jueces y medios de comunicación, lo pernicioso que es dictar leyes que den la ventaja a una de las partes contendientes.
En el código civil actual existe una ley que en caso de igualdad de ambos, el juez castiga al hombre divorciado y si tiene la desgracia de que su pareja le acusa de malos tratos, aunque no estén suficientemente probados, pasa por la cárcel hasta que se incoa la causa. En tanto se resuelve esta, también se le priva de la custodia de sus hijos y se le conmina a no acercarse al domicilio conyugal, aunque este sea de bienes gananciales.
Corroborando lo expuesto, hace pocos días se dio un caso dramático. Un matrimonio corriente, como muchos de hoy día, trabajaron en común para tener su casa propia y criar dos hijos que eran su máxima aspiración.
Más hete aquí, como el diablo todo lo enreda, tuvieron sus pequeñas diferencias, como toda pareja que se precie y no supieron subsanarlas.
Se acogieron al dañino divorcio exprés, que parece estar de moda y en tres meses este hombre se vio privado de su familia y casa, con el agravante de que era autónomo y tenía su taller en el bajo de la casa, no pudiendo trabajar en él por una orden de alejamiento.
Por vivir en un pueblo relativamente pequeño, donde la presión es mayor, este hombre cogió una depresión tal, que le condujo al suicidio.
Estos casos son poco aireados por los medios de comunicación, a pesar de que según las estadísticas pasan de treinta los suicidios de este año.
Este comportamiento vengativo de las divorciadas contribuye a que los más excitables se les crucen los cables y no duden de hacer salvajadas inadmisibles, como contrapartida a las injusticias de las que se creen víctimas.
Si no se pone exquisito cuidado en aclarar, lo más posible, estas injustas denuncias, la violencia de género tendrá muy mal arreglo, pues las dos partes concernidas creen tener razón.
Recuerdo lo que me dijo hace años un chico que conocí desde sus tiempos de novios con la mujer que se casó y tuvo la desgracia de divorciarse: “El divorcio no es para pobres.” Efectivamente, él, que tenía un patrimonio mediano con el que podría vivir normalmente, tuvo que trabajar duro para poder sufragar la pensión asignada por el juez a sus hijos.
Aguantó unos años en este plan, pero al final tuvo que vender las tierras, que eran su único medio de subsistencia. Acomplejado y abatido dio con sus huesos en un centro de beneficencia.
De los casos de divorciados que conozco, ellas se apañan mejor que ellos, como lo demuestra la estadística reciente que han hecho en los comedores de beneficencia, donde el noventa por ciento de sus comensales son divorciados.
Me daría por satisfecho si con estas líneas aportara una pequeña idea para solucionar este enorme problema que esta desangrando al país. Por su gran repercusión social deberíamos volver a tratar el divorcio con más seriedad, dándole por lo menos seis meses de separación y reflexión.
Los que se casan con la intención de separarse a los tres meses, sería mejor que no lo hicieran, pues con las leyes actuales, los no casados tienen los mismos derechos económicos y se evitarían los muchos trastornos afectivos, que todo divorcio lleva consigo.

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