sábado, 27 de diciembre de 2008

D.Paco:un gran maestro en San Nicolás

Por el año 1934 mandaron a esta escuela de San Nicolás a D. Paco, maestro que procedía de la parte de Salamanca. Sus ideas avanzadas y republicanas le complicaron la vida. Se oyó después de la guerra que le habían suprimido como maestro nacional, lo que causó honda impresión en el pueblo por la gran labor docente que realizó y la convivencia que tuvo con los mayores, mozos y chicos de todo el pueblo.
Con gran emoción recuerdo el día que jugando en el portalón de la tía Agustina, vimos entrar atónitos a D. Paco. Al vernos tan azorados porque no habíamos ido nunca a la escuela, con mucho oficio nos tranquilizó y cuando nos dimos cuenta estábamos en la escuela aprendiendo las primeras letras.

Cuando entramos, los mayores estaban leyendo por partes el Quijote y como los primeros días no teníamos mucha tarea me encantaba escuchar su lectura. Aún cuando he leído mucho el Quijote después de aquel primer contacto, recuerdo la aventura de los molinos de viento y la de Clavileño. Creo que el vicio de leer, que siempre tuve empezó entonces.
Para que la clase fuera más amena, nos quitaba el aburrimiento enseñándonos canciones y poesías, que luego nos hacía recitar a cada uno, con lo que sin querer aprendíamos literatura.
Cierto día nos sorprendió, cerrando todas las ventanas de la escuela quedando todo a oscuras, prendió una vela que representaba la luz del sol y la puso en el centro de una mesa, luego girando la esfera terrestre, que entonces había en la mayoría de las escuelas, alrededor de la vela nos mostraba la posición del sol, respecto a la tierra, en las cuatro estaciones del año.

También nos mostraba como el día 21 de Marzo, que es el equinoccio de la primavera, los habitantes de toda la línea ecuatorial no proyectan sombra alguna, porque la luz del sol cae perpendicularmente sobre sus cabezas y la noche y el día son iguales durante todo el año.
Don Paco fue para mí el primero y mejor maestro que tuve, con él aprendí las primeras letras y lo que fue más importante el gusto por entender el porqué de las cosas.
Recuerdo que los jueves por la tarde, si el tiempo era bueno, íbamos al campo y nos explicaba sobre el terreno las distintas clases de plantas, flores, mariposas, cucarachas, orugas con las que hacíamos colecciones.

Con una cinta métrica nos hacía medir alguna finca de pequeño tamaño y diferente figura y después sacar la cabida de cada una.
Si coincidía que era de nuestro padre, debíamos por la noche decirle la extensión y demás datos de la finca en cuestión, lo que nos estimulaba sobremanera y queríamos que llegara pronto el jueves próximo.
Como alternaba igual que un mozo más con todos los del pueblo, pronto se dio cuenta que a ellos también podría darles escuela nocturna.
En las largas noches de invierno, cuando las faenas de agricultura y ganadería terminan pronto, lo llevó a la práctica, no sé si con paga o sin ella, pero contando con el apoyo incondicional de todos los mozos y la ayuda del ayuntamiento.

Al no haber luz eléctrica, se compraron dos quinqués de petróleo con unas pantallas reflectantes que proyectaban la luz hacia abajo, con lo que se lograba una iluminación bastante mejor que la que se usaba en muchas casas.
Con una gran ilusión de aprender acudían por la noche todos los jóvenes del pueblo de muy diversos niveles de cultura. Algunos eran pastores desde pequeños y no habían tenido la ocasión de aprender lo más elemental, en cambio otros tenían una cultura media bastante aceptable.
A pesar de esto a todos enseñaba con mucho tacto, para que nadie se sintiera acomplejado y era tal el secreto que impuso para que no se supieran en el pueblo los diferentes niveles de cultura de cada alumno, que hasta varios años después de su marcha no se supo más que algún pequeño detalle.
Para fomentar la convivencia entre los mozos organizaba excursiones a lugares poco conocidos y no muy alejados para poder hacerlo los domingos, que era el único día que no se trabajaba. Recuerdo una que hicieron a las obras de desecación de la laguna de la Nava.


En aquellos tiempos los canales que hicieron parecían faraónicas. Por un profundo canal se lograron sacar las aguas que durante siglos inundaban una cantidad muy considerable de hectáreas.
Franco aprovechó estos terrenos para asentar a varios pueblos que se inundaron por la construcción de los pantanos.
Como nunca llueve a gusto de todos, esta operación muy práctica y rentable, a los ecologistas les pareció un desastre para las bandadas de patos que en sus pantanosas aguas invernaban. En la actualidad existe una pequeña laguna para contentar a todos.
D. Paco, además de explicarnos minuciosamente el más minimo detalle de la excursión, nos trajo como recuerdo varios caracoles, crustaceos y plantas raras que se criaban en la laguna.
Aunque os parezca pesado con tanta descripción, no me resisto a contaros otra de las muchas demostraciones que nos hacía, esta vez sobre el principio de Arquímedes.

Primeramente sujetaba con unas cuerdas en la esquina de una mesa una balanza corriente de dos platillos. En la parte de abajo de la palanca ataba una cuerda y al extremo de esta una pesa de kilo que quedaba colgando. Equilibrada la balanza poniendo en el otro platillo una pesa de kilo y unas pequeñas monedas para compensar el poco peso de la cuerda con lo que lograba un equilibrio perfecto.
Llenaba a rebosar de agua una medida de litro y debajo de esta un plato, sumergía en el agua el kilo que estaba colgando y el agua derramada la recogía en el plato.
Con esta operación la balanza se inclinaba del lado en que el kilo estaba en seco, pero cuando la poca agua recogida se vertía en el plato del que pendía la cuerda se volvía a equilibrar completamente.
Con esta demostración tan sencilla todos entendíamos la teoría de Arquímedes que entonces decía “todo cuerpo sumergido en un líquido pierde de su peso una cantidad equivalente al volumen de agua que desaloja”

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