domingo, 7 de diciembre de 2008

ORÍGENES Y ACTUALIDAD DE SAN NICOLÁS

Aunque en el documento citado en el anterior capítulo no se menciona a San Nicolás hasta el año 1192 los orígenes del pueblo debieron ser bastante anteriores a este año.
Su primitivo origen se debió al agrupamiento de dos pequeños núcleos de población perfectamente definidos y aunque no hay documentación escrita, por la tradición oral y muestras en el terreno se puede delimitar su ubicación y casi el tiempo en que desaparecieron.
Creo que el más antiguo fuera Villafranca situado a kilómetro y medio de San Nicolás, en un pequeño promontorio poco distante de la margen derecha del río Sequillo. Coincidían estos restos en una finca que aré muchos años y pude observar que apenas salían del subsuelo restos de tejas o ladrillos, como sucede en otros solares, lo que demuestra que el paso de muchos años y la acción del arado ha logrado deshacer los restos de cerámica. En cambio las varias clases de piedra salían en abundancia de sus cimientos causando algún problema al arrancarlas del subsuelo.
Este pequeño núcleo, con los años se fusionó con otro un poco mayor llamado Villaverde situado también en la margen derecha del Sequillo y más próximo al pueblo actual que el anterior.
También sobre este solar aré muchas veces y salían restos de teja y ladrillos mucho mejor conservados que en Villafranca, lo que a mi entender demuestra la menor antigüedad de este núcleo. Además de este detalle se podía apreciar mejor su contorno y se veía con claridad el redondo perfecto del encascado pozo donde se aprovisionaban de agua.
Acaso ya en los años que cita el documento, con el auge que iba tomando el camino de Santiago, estos núcleos estarían ya fusionados en el pueblo actual y por transmisión oral se sabe que la virgen que veneraban en Villaverde fue trasladada primero a la iglesia vieja que estaba situada frente al pueblo, al otro lado del río. Cuando se cayó, la antigua imagen se trajo a la iglesia actual, junto con el gran sagrario, que en mis tiempos de monaguillo servía para guardar las vinajeras y demás objetos de culto.
La virgen de Villaverde que así llamábamos a esta antigua y valiosa imagen la vi siempre postergada a un lado del altar mayor, medio cubierta de polvo y suciedad sin que nadie la diera la menor importancia.
Con ocasión de la entronización de una gran imagen de San Antonio se hizo fiesta y se trajo como predicador al ya veterano aquí padre Justo, quien reparando en la antigua imagen, mandó a las mozas que la limpiaran bien. No tardaron en salir al descubierto los vivos colores de su pintura policromada sobre la talla de madera bien conservada.
Mostraba a la Virgen y mantenía en su regazo al Niño Jesús, ambos sostenían en sus manos unas bolas que representaban el mundo.
Sobre la cabeza de la virgen reposaba una corona de reina con tres adornos, el conjunto era similar al de otras vírgenes muy antiguas como la de Montserrat si la quitamos el tono oscuro que esta tiene.
Según los entendidos, su antigüedad se remontaba al siglo XIII y tal vez hubiera sido mejor que siguiera en el anonimato con el que podría haber llegado a nuestros días.
Al poco tiempo de saber su valor, con el pretexto de pagar unas obras en la iglesia, por la avaricia de pocos y la despreocupación e incuria de todos, fue vendida clandestinamente sin que se sepa su actual paradero.
Pero volviendo a los orígenes de San Nicolás, el primer documento escrito facilitado también por Dña. Carmen Molaguero, data de 1192.

Del hospital que se menciona, sólo queda una columna de ladrillo y cal, requemada y endurecida por los años que sirve de fuerte apoyo en el ángulo oeste del actual cementerio. El espacio comprendido entre este y la calle real siempre se llamó el hospital. En este sitio hasta no hace muchos años había una pequeña capilla que llamábamos “oratorio” por recitarse en él unas oraciones a los difuntos antes de ser enterrados.
En mis tiempos de monaguillo, todos los primeros de mayo se celebraba una misa por los difuntos y todavía recuerdo el mucho miedo que pasamos al querer saber solos, lo que había debajo del altar. Por el hueco del ara que levantamos vimos la imagen de un gran cristo yacente muy deteriorado y feo que allí habían arrinconado.
Dentro de las construcciones del pueblo destaca sobremanera su amplia iglesia cuyos orígenes se pueden remontar a los siglos XVII o XVIII pues en un documento antiguo encontré la referencia de que en el siglo XIX ya fue reparada por un arquitecto que se llamaba Francisco Salomón.
Su construcción es mixta, con nervios y pilares de ladrillo cuyos vanos están rellenos de un tapial muy especial por ser hechos con tierra mezclada de piedra fina y que visto al exterior parece hormigón de cemento. La fachada oeste esta forrada de ladrillo en la que se jugaba a la pelota y rematada por una espadaña con dos amplias troneras, en las que están colocadas dos campanas de muy distinto tono. El de timbre más fino coloquialmente se llamaba “campanín” y servía para determinados toques como indicar cuando la misa se celebraba en el Oratorio que antes he hablado.
Su interior completamente embovedado tiene forma de cruz y sus naves laterales se juntan con la central en un amplio cimborrio crucero que da sonoridad y prestancia al conjunto.

El altar mayor ocupa toda la pared frontal y según opinión de mis abuelas fue traído de una iglesia en ruinas de Carrión y prueba que no estaba hecho a la medida de esta iglesia. Lo demuestra que su remate de un sol con rayos, al no caber en altura lo tuvieron que poner en posición horizontal, sujeto al techo de la bóveda.
Buena adquisición hicieron nuestros mayores, pues es un retablo soberbio que a pesar de los años se conserva bien. Buena talla tienen los cuatro ángeles que sirven de apoyo a las cuatro columnas principales de estilo churrigueresco, aunque no tienen los excesivos adornos de este estilo.
En el gran hueco central esta la imagen del Santo patrono San Nicolás de Bari que como obispo viste con capa, mitra y báculo, con su mano levantada en actitud de bendecir. Entre las columnas citadas, le acompañan las imágenes de los corazones de Jesús y Maria, de época más reciente.
En la nave de la derecha hay un retablo del mismo estilo que el del altar mayor, con sus columnas doradas, con hojas y racimos de vid bien marcadas. Esta dedicado a la Virgen del Rosario titular de una cofradía que yo llegué a conocer y de la que ya he hablado.

Su nave de la izquierda se la reparten entre el retablo de la Inmaculada y San Roque,

que ha sido recientemente restaurado. También debo citar los modernos altares de San Antonio y San Isidro y para que no quede ninguna imagen sin citar diré la de San Antón con su cerdito, Santa Lucia mostrando los ojos sacrificados en una copa y la virgen del Carmen.
Hace poco tiempo como embellecimiento de las iglesias del camino Santiago, concedieron una subvención con objeto de quitar la humedad interior y se ha hecho un drenaje exterior y entarimado todo el piso, con lo que la iglesia ha ganado en comodidad tomando un aspecto moderno que no desentona con lo antiguo.
Sobre este hermoso retablo del altar mayor se colocaba en el mes de Mayo un gran pabellón de tela blanca con orlas, flecos y coronas azules tachonado todo él con estrellas del mismo color. En este marco suntuario se colocaba la imagen de la Inmaculada, sobre un alto pedestal y a sus pies en unas amplias escalinatas, multitud de velas y ramos de flores adornaban todo el contorno de la imagen y por las noches con la luz de las velas contrastando con la oscuridad de la iglesia constituía un efecto maravilloso, una lástima no haber sacado una foto que ahora gustaría ver.
Todo este derroche de medios, nos daba a los monaguillos trabajo extra, pues se tardaba un rato en encender todas las velas y como Don Ángel era muy previsor de los incendios, había que quedarse uno de guardia para cuidar no cayera alguna vela, mientras los demás subían al coro para rezar el rosario y las canciones del mes de Mayo.
En la novena del Corazón de Jesús también se ponía un pabellón más pequeño en este caso era de color rojo.
Don Ángel, dentro de sus limitaciones, era un entusiasta de fomentar la ornamentación del culto y montaba todos los soportes que estos complementos llevan consigo.
Para poner el Monumento el día de Jueves Santo había que poner de estructura cuatro altos cuartones clavados en el suelo, rematados con tres triángulos desiguales, sobre los cuales todas las mujeres rivalizaban en poner sus mejores puntillas, colchas y mantones de Manila, que muchos de ellos no salían del baúl en todo el año, pero que en día tan señalado lucían sus hermosos tejidos.
Sería prolijo seguir contando cosas que recuerdo de esta gran iglesia, que ejerce su nostalgia sobre los que, pasada la pubertad, vivimos en otros pueblos y que cuando nos reencontramos en ella, sentimos la sensación de entrar en una catedral, como decía mi querido tío Pablo.
El Teleclub instalado modernamente, es también digno de mencionar. Acondicionando la antigua casa donde vivió el buen maestro Don Marcelo, un cura entusiasta llamado Don Antonino, logró aunar voluntades de los vecinos y consiguió hacer un buen local con dependencias para biblioteca, bar y demás usos, entre los que se encuentra el consultorio médico.
Acaso a alguno le parezca poco ético lo que voy a contar y les diré que es muy difícil enterrar episodios completos de la antigua vida de un pueblo, pues siempre saltan sin querer a nuestra memoria.
Además en este caso debemos estar orgullosos de que el antiguo “corralín” donde el guarda del ganado ponía los cencerros para el buen manejo del “mulatero”, que en aquellos años era una parte consustancial para el progreso de todo el pueblo, se haya convertido en algo moderno.
En este mismo solar junto al teleclub se ha hecho un pequeño parque sombreado por hermosos árboles, que sirve para el esparcimiento general, y los días de la fiesta patronal, el escenario ideal para diversas atracciones.
El solar de la antigua fragua vecinal también forma parte de este conjunto y con buen criterio se conserva como adorno del teleclub el antiguo “barquín” o fuelle de su fragua.

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