sábado, 31 de enero de 2009

ENCAÑADOS, CEPOS Y ONTACOS















De los más diversos modos el hombre del campo se ha dado maña para tener agua fresca y limpia que hiciera más llevaderas las faenas agrícolas.

ENCAÑADOS. Cuando los manantiales, más abundantes antes que ahora, salían a la superficie impidiendo el cultivo normal, la raíz de la planta se pudría por el exceso de humedad. Tratando de evitar este problema se drenaba el terreno haciendo unas profundas zanjas en cuyo fondo se depositaban cantos o peñas. Estas se cubrían con arbustos o zonjas para que la tierra con que se cubría la zanja no se mezclara con las peñas. El agua, que siempre busca la parte más baja, corría por el drenaje inferior y se le daba salida por un arroyo colector principal.
Aprovechando algún desnivel a la salida del encañado, de ahí su nombre, se ponía una caña o toba, que aquí son muy abundantes y se lograba con su hueco un chorro de agua a buena altura donde cómodamente se podía beber o llenar cualquier vasija.
Estos encañados tomaban casi siempre el nombre del propietario de la finca que saneaban. Eran importantes los del tío Pablo en Moratinos, el del tío Grillo en Sahagún y del tío Santamaría en Villalebrín.














CEPOS. Cuando la corriente del manantial se veía que era muy fuerte, se buscaba un tronco de árbol, generalmente de roble por su duración, que estuviera hueco y colocándole sobre el manantial se le iba hundiendo en la tierra, tanto como permitiera la subida del agua, hasta que esta rebosaba por sus bordes. Con un pequeño corte en el cepo se hacía caer el agua a la parte más baja del terreno donde se hacían las charcas para abrevar el ganado.
En un monte cercano, que ha sido roturado, existe un cepo de estos que me sorprendió por los múltiples usos que prestaba. Con ocasión de segar las parcelas de un veranero, observé después del almuerzo que todos los que estaban segando se acercaban e introducían las botellas, botijas o barriles en el fondo del cepo. Como no lo había visto nunca, picado por la curiosidad me acerqué al mediodía para tomar un trago del agua fresca y cristalina que rebosaba el cepo y observé que en el más perfecto orden todos los cacharros estaban colocados en del fondo. Cuando llegó la hora de parar las máquinas segadoras, todos lo hacían próximos a la fuente y con sus tenderetes de mantas en los rastros o levantando su tablero, ofrecían un espectáculo singular. Todo el mundo comiendo a la sombra y disfrutando de sus bebidas refrescadas en el magnífico frigorífico del cepo.












Si en esta ocasión observé lo que benefician estas fuentes, remontándonos a muchos años atrás en que todas estas parcelas eran un hermoso monte, me imagino el aprovechamiento que tendría. La ayuda que prestaría sería inestimable a los muchos pastores que con sus rebaños aprovechaban los pastos de la mañana a la noche, aguantando los rigores del extremado clima que padecemos en esta zona.
En algunos pueblos estas fuentes se las llama CORCHOS pero son del mismo sistema que he descrito. Acaso esta denominación les venga de la madera del alcornoque productor del corcho, escaso siempre por esta zona y muy abundantes en Extremadura.

ONTACOS.- Aunque este procedimiento de usar el agua ni me ha tocado personalmente y es poco usual en la zona de Campos, no me resisto a dejar de explicaros lo que me contó un muchacho muy formal que tuve en casa. Por su precaria situación económica le había tocado desgraciadamente apacentar toda clase de ganados en los sedientos páramos que circundan nuestra zona.
La extremada planicie de estos terrenos contribuye a que desde muy antiguo, en la época de lluvias, el agua que la tierra no puede absorber, se concentre en las depresiones del terreno formando extensas lagunas. Como en la naturaleza todos los recursos son aprovechables principalmente en el periodo del estiaje, esta única reserva de agua tiene que ser aprovechada al máximo, ya que los manantiales superficiales apenas existen.
Haciendo un ejercicio de imaginación nos podemos trasladar a un día muy caluroso de agosto con el sol en lo más alto aplanando a todo ser viviente y a lo lejos la reverberación del calor produciendo una especie de espejismo en el horizonte.
Sólo el canto de las cigarras se mezcla con el leve tintineo de las cencerras de un rebaño de ovejas, que medio arriadas por el calor, van ramoneando alguna brizna de hierba y las escasas espigas que las modernas cosechadoras dejan en los rastrojos.
Detrás conduce el rebaño un pastor de edad avanzada apoyado en su cacha y de rostro azotado por los mil vientos del páramo, que trata de defender su cabeza con un sombrero de paja de alas caídas y ennegrecidas por el uso.
Le siguen dos perros de carea que con la boca abierta y un palmo de lengua fuera, intentan refrigerar el intenso calor que retiene su cuerpo.
Todo trascurre tranquilo hasta que se divisa a lo lejos la plateada superficie de una laguna. Las ovejas excitadas por la sed empiezan a dar pequeños balidos aumentando el paso hasta llegar corriendo a la orilla. En confuso tropel hunden su hocico en el agua turbia y caldeada para calmar su sed.













Al poco rato llega el pastor, cuyos perros le han adelantado con tanta necesidad de beber como los otros. Mas sin demostrar prisa saca de su zurrona un bote vacío de conservas, acercándose al borde de la laguna dobla su rodilla empuñando en su mano el bote.
Pero en vez de beber el agua directamente, comienza a excavar un pequeño hoyo, de esto deriva su nombre, junto al agua y aguarda a que esta, filtrada por la arena y fina gravilla que contiene el fondo de la laguna, llene el ontaco de agua limpia y refrescada por la arena inferior donde no llega casi la acción del sol.
Muy despacio calma su sed y previsoramente llena una botella que guarda en la zurrona.
En este detalle se aprecia la diferencia del hombre con respecto a los demás animales.
Tanto el rebaño como el pastor llegan muertos de sed, pero este se aguanta un rato e idea un procedimiento para que su agua este en mejores condiciones.
Estos chispazos de inteligencia creo que han sido, desde los más remotos principios de nuestra existencia, los que han contribuido poco a poco, en el espacio dilatado de los siglos, a nuestra maravillosa evolución.

No hay comentarios: