sábado, 24 de enero de 2009

MADRES RESPONSABLES










Hace días salió en los medios de comunicación el caso muy llamativo de una joven madre casi muda, que por dar un cachete a su hijo rebelde, había sido castigada por malos tratos y lo que es más lamentable al alejamiento legal de su hijo.
Hace falta tener nula inteligencia, o mala uva, para que a estas alturas, que queremos dominar todas las ciencias, no se hayan dado cuenta que el amor de las madres es el más puro y desinteresado que existe sobre la tierra.
El cachete de esta madre, seguro que le dolió más a ella que al hijo, iba destinado a mejorar la conducta que creía más conveniente para encauzar a su hijo por el buen camino.
La soberbia de los hombres es tan inaudita que pretenden aventajar a la sabia naturaleza. Durante muchos siglos ha inculcado en el acerbo maternal la mejor manera de criar y educar a los hijos, sin cuya colaboración y grandes sacrificios, acaso la raza humana no hubiese llegado a nuestros días, o quizás de una forma más violenta.
A muchos les puede parecer esto un dislate, pero los que lo han estudiado a fondo reconocen que en el comportamiento de nuestros genes prevalece el instinto primitivo de defender de todo peligro a nuestra familia.
Donde más contraste se da sobre este asunto es en las grandes ciudades. No sé si por puro esnobismo o por aparentar tener modales distinguidos se creen que dar un cachete es signo de incultura y crueldad.
En cambio no se dan cuenta de los casos de muchas madres que mantienen a sus hijos pequeños en los coches-cuna en bares donde el ambiente se puede cortar con un cuchillo, debido al tabaco y demás poluciones, sólo por el placer de alternar con sus amistades sin importarles nada la salud de su hijo pequeño.











Alguien también puede aducir que hay madres que maltratan a sus hijos, incluso hasta conducirles a la muerte. Creo que en estos casos no son madres en su estado natural sino, permítaseme la expresión, adulteradas por el alcohol, la droga, o un estado de frustración tan elevado que puede compararse a la locura.
En los demás casos, aunque se trate de madres en el más bajo nivel cultural, no ha hecho falta que nadie las enseñe a llevar con todo detalle sus obligaciones de madre.
Ahondando en esa especial disposición de la mujer madre, he consultado con padres de familia y todos coincidimos que en la época de la crianza de los hijos el sueño de las madres se aparta del que tienen normalmente en las demás épocas de su vida.
El instinto maternal las hace percibir el más leve susurro producido en la cuna aunque estén aparentemente en el más placido sueño.










Con cachete o sin cachete, dejemos a las madres en paz para cumplir su importante cometido y que no se repita la intromisión que aquí se ha comentado.

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