domingo, 1 de marzo de 2009

SAN ANTOLÍN CON MIS HIJOS

Si hago esta separación es debido a que cada una se realizó en tiempo y circunstancias diferentes. En esta ocasión nos situamos en los años setenta y las condiciones económicas habían cambiado para bien. Con la distancia que dan los años acaso nos demos ahora más cuenta que cuando las vivimos.
El poso e ilusión de esta fiesta permanecerá en mí mientras viva. Cuando llega la fecha señalada siento en mi interior cierta pena y nostalgia, por no poder asistir a ella en compañía de mis seres queridos.
Mi buen padre que la inició, por ley de vida ya nos falta y a mis hijos, buscándose la vida por diferentes sitios, ya no es posible juntarles para esta circunstancia.
Mi esposa Raquel, igual que mi buena madre, no fueron mayormente aficionadas a esta fiesta y sin ningún remordimiento se quedaban al cargo de sus casas.
En los años citados ya disponía del coche utilitario Renault 4L y en él íbamos a Palencia la tarde de San Antolín. La juventud e ilusión de mis hijos imponía hacer un recorrido detallado de todas y cada una de las atracciones del ferial, comentando sus diferentes aspectos.
Casi sin enterarnos llegaba la hora del circo, que entonces era una de las principales atracciones. Por esta feria desfilaban los más célebres circos del momento, pues, dada la mucha afición que había, tenían asegurado el lleno casi todos los días de la feria.
Antes de ir al teatro pasábamos por el restaurante Grajal, que nos servía una merienda-cena. Variada era la carta que tenía esta casa, capaz de satisfacer al más exigente.


















Nuestro menú más habitual era la menestra de verduras, con un entrante de gambas al ajillo recién sacadas del horno, para terminar con una buena ración de lechazo churro asado.
Grato recuerdo tenemos de este restaurante, no sé si por su excelente cocinera, madre y unión de todos sus componentes, o por su trato amable.
Cuando nuestro hijo Hilario estuvo estudiando interno en los Maristas y bajábamos a verle, obligada era la visita a este restaurante.
Sería largo de relatar las muchas ocasiones en que nos sirvió de punto de reunión familiar y como todas las cosas buenas no se echan en falta más que cuando las perdemos.
Hace ya años que cerró esta casa y aunque vayamos a restaurantes de más categoría, echamos en falta sus servicios con mucha añoranza.
Los dos teatros que entonces había en Palencia rivalizaban por traer las mejores compañías. En aquellos años estaba de moda la Compañía de Paco Martínez Soria, que cuando empezó con sus primeras obras, llenaba los teatros.










Cuando se empezó a abusar de su popularidad pasándolas al cine, contribuyó a su decadencia, particularmente los jóvenes. Actualmente TVE pretende exprimir más su figura, repitiendo por enésima vez sus películas en Cine de Barrio.
Cosa parecida ocurrió con la pareja teatral que formaban Juanito Navarro y Lina Morgan, que compartían el liderazgo en las ferias de San Antolín. Dada la gran comicidad que esta genial artista tenía, en especial su manejo de piernas, se hizo pronto zafio el gag con que Juanito la recriminaba a voces cuando ella simulaba hacerse pis.
Fue tal el rechazo que acumuló en poco tiempo, que estando en la cola para sacar las entradas para el teatro, discutían varios matrimonios de estos pueblos, a qué teatro ir de los dos que actuaban. Sobre el murmullo de la gente se escucho nítida la opinión de una de las que discutían: “No he venido a Palencia para ver a una meona”










Sobran explicaciones para confirmar que la repetición de las cosas cansa pronto al público.
Pasadas las diez de la noche salíamos del teatro y volvíamos a casa satisfechos, mis hijos estimulados para seguir sus estudios y yo para continuar en mis faenas, deseando que volviese pronto otro San Antolín.

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