jueves, 9 de abril de 2009

RATAS, RATONES Y TOPILLOS


Los dos primeros pertenecen a la amplia familia de los múrios. Se diferencian en que sus patas carecen de garras como los hurones y la comadreja y sus cuerpos son menos alargados.
Proceden del Sudeste asiático y actualmente son un parásito para el hombre en todo el mundo, aprovechándose de su facilidad para invadir los barcos, alimentadas y camufladas en toda clase de mercancías.He oído comentar a gente marinera que las ratas tienen un sexto sentido para intuir cuando un barco está en peligro de hundirse. Abandonan en masa al barco buscando a nado un nuevo lugar donde guarecerse. Transmiten muchas enfermedades, pues dada su gran movilidad, entran en contacto con muchos alimentos usados por el hombre, a los que contaminan.
Causan grandes daños en paneras, silos o cualquier almacén que contengan grano o cualquier alimento, ocasionando la ruptura de cualquier envase por muy sofisticado que sea.
Para contrarrestar esta acción destructora y evitar su gran propagación, se efectúan con potentes venenos periódicas desratizaciones, incluso en las redes de alcantarillado en las que se alimentan y las sirven de expansión.
En los años cuarenta y cincuenta los venenos eran menos fuertes para combatirlas y se recurría a ratoneras o trampas, que se cebaban especialmente con queso, cuyo fuerte olor lo detectaban a mucha distancia. Si la invasión era muy abundante, se recurría a la táctica “del palo y tente tieso” , que en muchos casos era el más efectivo.
Cuando mi padre compró una vivienda antigua que lindaba a la nuestra, era tal la cantidad de ratas que en ella se guarecían que casi no se podían usar, especialmente las paneras, donde acudían en verdaderas manadas.
Con esta plaga lo más práctico era tenderles la trampa en la misma panera cuando estaba vacía. Se tapaban todas las huras de la parte baja, dejándoles sólo la posibilidad de huida a los tejados, donde la ramuja y juncos de que estaban hechos las servían de cómodo refugio.
Recuerdo como un pasatiempo lúdico el ir muchas noches, después de cenar, a dar una batida a la panera, en la que se habían dejado en el suelo un poco de cebada como cebo. Cuatro personas eran imprescindibles para esta operación. Una para portar el carburo, que era un candil de gas acetileno, muy usado entonces por no haber luz eléctrica y tres más provistos de varas verdes muy flexibles.
Acercándonos en silencio y la luz oculta entrábamos en tromba en la panera. El de la luz cerraba la puerta y los de las varas cada uno a un rincón. Conviene aclarar que las ratas no pueden subir por una pared lisa sino solamente por los rincones, en los que si lograbas batirlos con la vara, todas las ratas que intentaban subir caían al suelo. Como no tenían otra escapatoria volvían a intentarlo y poco a poco quedaban todas tendidas por el suelo.
Excuso deciros la juerga que nos deparo una rata mal herida, que intento salvarse subiendo por la pierna arriba hasta pasada la rodilla. Antonio, un buen muchacho que estaba en casa y del que ya os he hablado en otro capitulo, no le quedó otro remedio que sujetarla en la ingle entre el pantalón y su piel. El sacarla de su estratégico refugio fue la monda para todos, y entre chanzas y risas recogimos los abundantes cadáveres con los que llenamos un caldero.
Con unas cuantas batidas se logró que el número de ratas no fuera superior al de las demás casas labradoras que siempre estarán castigadas con esta plaga.


R A T O N E S















Estos hermanos menores de las ratas siempre concitaron menor rechazo, quizá porque su menor tamaño no les obligaba a destruir tantos alimentos.
También sus depredadores eran muy numerosos. Es típica la frase que dice: "Juegas como el ratón y el gato.” Efectivamente muchas veces vemos a los gatos domésticos bien mantenidos que no tienen mejor diversión que acechar, cazar y jugar con el pobre ratón, que muchas veces ni se molestan en comerle después de muerto.
Dicen que los murciélagos también les atacan, como pudimos comprobar en unas vacaciones que pasamos en Portugal. En la bonita población de Mafra tienen una gran y bellísima biblioteca, que para su conservación tienen un novedoso sistema. En unos pequeños cajones agujereados crían murciélagos, que por la noche se encargan de limpiar la biblioteca de ratones, polillas y otros insectos, sin causar el menor daño a los libros.














Si a nivel casero también son victimas de los venenos y ratoneras, no menor es su persecución en el campo por toda clase de aves de rapiña, córvidos, ardillas, perros, gatos y demás depredadores.
Actualmente por el uso del herbicida son menos abundantes. Dada su reproducción hace años, aguantaban el acoso de todos sus enemigos, que aprovechaban el laboreo de las tierras para atacarles con ventaja.
Motivo de distracción era ver como salían a recibirte antes de llegar a la finca, especialmente los grajos, cuando ibas con el tractor a tu faena y te seguían detrás del surco mucha clase de aves, que tenían en el ratón su principal alimento.
Principalmente en tiempo frío, vi llegar hasta aquí alguna gaviota desde el lejano mar. Las cigüeñas también te seguían buenos ratos, tragando, con sus largos picos, todo bicho viviente que saliera en el surco.
Desde el tractor sin cabina, que yo usé muchos años, podías contemplar las batallas que se entablaban por la posesión de un ratón. Las pegas o urracas, un córvido entonces muy abundante, no tenían inconveniente en arrebatarle la presa a los gabiluchos o cernícalos. Sus garras y pico curvo no era suficiente garantía para que las pegas, con su mayor fuerza y pico corto pero robusto, lograran su objetivo.
También era digno de verse cuando el cernícalo, después de estar un rato batiendo las alas sin moverse un milímetro en el aire, se lanzaba en picado sobre algún ratón que, temeroso por el ruido del tractor, se aventuraba a salir de su madriguera.
Este austero ratón del campo, que se alimentaba de cuatro hierbas y alguna gramínea, apenas se notaba que causara daño alguno. En cambio servía como alimento a una multitud de aves y otros animales que llenaban el ambiente campesino de una vida pujante y armónica.
Cuando salías a dar un paseo se disfrutaba de este armonioso conjunto de la naturaleza, en contraste con la situación actual, en la que, poco a poco y cada vez más, la vista del campo se va pareciendo a un desierto sin vida alguna.


LOS T O P I LL OS



Gran polémica ha causado este animalillo, tanto en sus orígenes como en la manera de combatirlo. Con la publicación en la prensa del hallazgo en algunos pueblos de topillos sueltos, se va generalizando la idea de que son arrojados intencionadamente para favorecer a las aves de rapiña.
Al no haber dado señales de vida esta plaga en casi dos años, su nueva aparición alienta la idea de algunos, que aseguran haber visto hasta las cajas tiradas en el campo, en que suponen eran lanzados desde un helicóptero.
La verdad objetiva es que nadie ha presentado fotos de dichas cajas, ni prueba fehaciente alguna. Según los libros que he consultado, dicen que son eclosiones procedentes de altas zonas de montaña, donde han habitado siempre y consideran lo de su lanzamiento como pura fantasía.
Al margen de esta polémica, la realidad es que este animal tiene la fuerza cavadora de los topos y la movilidad expansiva de los ratones. Ambas cualidades reunidas les hacen temibles, porque en pocos días pueden colonizar amplias extensiones de terreno con sus madrigueras, en las que cómodamente instalados, devoran toda clase de cultivos.











Esta cualidad se ve reforzada por tener un ciclo reproductivo tremendamente rápido.
A los 23 días de gestación las hembras pueden parir hasta siete crías de unos cinco gramos de peso cada una.
Con dos semanas de lactancia y otras ocho de crecimiento llegan a la madurez sexua,l que pueden usar en cualquier época del año, pues su vida subterránea les defiende lo mismo del frío que del calor.
Dependiendo de la clase de cultivo, pueden tener una densidad de hasta cien o más individuos por hectárea. Su dieta alimenticia es variadísima, comen toda clase de cultivos herbáceos y leguminosos, alfalfas, viñas, frutales bajos y productos de las huertas.
Por estar la mayor parte de su vida bajo tierra, la lucha contra ellos es tremendamente difícil. La quema de rastrojos, que se creía efectiva, no ha dado los resultados apetecidos.
La clorafacinona, último veneno recomendado por especialistas traídos de Alemania, es muy bueno, pero tiene complicaciones a la hora de aplicarlo. Se tiene que mezclar con cebada o trigo y para que no lo coman los demás animales hay que meterlo dentro de unos macarrones de plástico y colocarlo casi dentro de las huras.
Esta operación tan meticulosa la van rechazando ya la mayoría de topillos que consideran raro tener que comer lo que se les presenta en un tubo, tan diferente de su comida natural.
Este tratamiento tan minucioso resulta muy costoso por tener que hacerse solamente a mano. Tratar a las grandes fincas, que con la concentración se han formado en esta zona de campos, resulta poco menos que imposible. Se comenta que muchos labradores lo tiraron a boleo, causando mucho daño a las pocas piezas de caza que resistieron la vieja contaminación por los herbicidas.
Los ecologistas dicen que esta plaga es un tributo que hay que pagar a la maltratada naturaleza. Pero siendo ecuánimes debemos admitir que este tributo sale demasiado caro a los que no tienen más medio de vida que su dedicación exclusiva a la explotación agrícola. Cada vez que el hombre interfiere en el equilibrio armónico de la naturaleza, no logra más que estas tremendas plagas que estamos comentando. Esperemos que este repunte de la plaga no avance tan rápido como lo hizo hace dos años y se vaya extinguiendo lentamente, como el caso de la mixomatosis de los conejos.

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