domingo, 31 de mayo de 2009

EL SEÑOR DOROTEO



Montado sobre una yegua roja, con las crines de punta, tapado con una manta raída por el uso, exhibiendo a la altura de sus rodillas las cabezas de dos hermosos cerdos cuyos cuerpos descansaban en unas alforjas pingonas, que parecía se iban a romper de un momento a otro.
Esta era la estampa del Sr Doroteo de Villamuñío cuando durante muchos años












nos trajo los cerdos que él compraba a los de la montaña, canjeados por trigo.
Gran hombre era este señor que mantuvo con nosotros y en especial con mi padre una gran amistad hasta el día de su muerte, pues según testimonios de sus hijos, su última obsesión era visitar a su gran amigo Timoteo.
Le tocó vivir una época muy difícil para sacar una familia numerosa adelante, sin importarle pasar grandes privaciones y tener variedad de trabajos, llevados siempre con buen trato jovial.
Con ocasión de comprar unos arreos baratos mi padre subió a Villamuñío, en los años más duros de la escasez y se conocieron por mediación del “guarnicionero” vendedor, y desde el primer momento fue tal la compenetración que enseguida concertaron operaciones de mutuo beneficio.
Junto a una ermita dedicada a S. Roque, en pleno páramo solitario cercano a Asturias se normalizó un mercado nocturno y clandestino de toda clase de cereales y legumbres.
Con su pequeña pareja de vacas y echándole más valor que el Alcoyano, se aventuraba a llevar unos sacos de trigo que mi padre le vendía, para poder sacar la mayor ganancia en aquel mercado.
Para poder llevar un poco más de carga, como los caminos de herradura estaban casi impracticables, tenía que ayudarle a salir hasta más allá de Sotillo, que está a unos diez
kilómetros, con un mulo que teníamos llamado “Cartujo”.
Recuerdo vivamente cuando a la media noche, con una luna clara del mes de Enero, y una fuerte helada que endurecía el abundante agua de los caminos. Salíamos del pueblo montado sobre mi valiente “Cartujo” que hacía de rompe hielos, pisando con firmeza para animar a las vacas mucho más miedosas en caminar por el hielo.
Cuando llegábamos a muchas regueras que estaban difíciles de pasar, teníamos que acompasar nuestras acciones. Él sobre el carro arreaba un par de “rejonazos” a sus vacas, yo con la “mediana” propinaba a mi cabalgadura un buen golpe, con lo que intentábamos salir lo mejor posible del apuro.
Llegados al buen camino del páramo, hacíamos un alto para comentar las incidencias del viaje. El buen Doroteo siempre me comentaba: “El mulo de tu “cuarta” nos ha traído a remolque al carro y a las vacas”.
Con una despedida, que parecía más efusiva en la quietud serena de la noche, desenganchaba mi mulo, y arropándome lo mejor que podía con una manta, llegaba al pueblo medio aterido y cubierto por la escarcha mañanera.
A pesar de estar los caminos prácticamente inundados, mi padre y dos hermanas subieron una vez a la fiesta. Contaron que al atravesar un valle el agua casi les llegaba al “desojado” del carro. Recordaban también las costumbres diferentes que allí había, y la extrema necesidad en que vivían.
En contraste, el Villamuñío de hoy es uno de los más prósperos de aquella región.
Con ocasión de comprarme trigo para sembrar, unos jóvenes labradores de ese pueblo, recomendados por aquella familia, quedé gratamente sorprendido cuando al hacer la cuenta me abonaron ya el iva cosa que aquí no se usaba y llegó bastantes años después.
No sé si es debido al vaivén de la existencia, o que la necesidad espabila a la gente, pero es incuestionable, los pueblos más míseros de antes, son los más prósperos de ahora.





Quiso la suerte que un día
mi padre os conociera
y amigos fuistéis por siempre
con entrega duradera.

La familia numerosa
que de tu sudor vivía
te impulsaba a trabajar
siempre de noche y de día

Montado sobre una mula
de tu carro bien tiré
que el camino siempre estaba
para no pasar por él

Sobre tu yegua traías
dos cerdos de buena raza
cebados con esmero
aumentaban la matanza

Alegrabas nuestras vidas
con tus chistes bien contados
a tu lado no había penas
ni permanentes enfados

Apreciable Doroteo
amigo muy estimado
por los que te conocimos
siempre serás recordado.


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