viernes, 18 de septiembre de 2009

RECUERDOS DEL VIAJE A CANARIAS

Por el club de los 60 nos reunimos en Villanubla jubilados de las provincias de Ávila, León y Palencia. El cupo de cada una de estas tres provincias es de cincuenta plazas y para completar las doscientas del aforo del avión incluyeron a otros cincuenta pasajeros.
Por tener que esperar el catering del vuelo salimos con casi una hora de retraso. Esta imprevisión molesta a casi todo los viajeros y más ahora que con la nueva reglamentación de Iberia quieren hacer de esto un buen negocio. Una cocacola cuesta euro y medio, por un té aguado otro tanto y todo el santo viaje te dan la vara ofreciéndote los auriculares por tres euros para poder mal escuchar una película insulsa y llegan a la osadía de rifar unas papeletas al estilo tómbola de feria.
Esta política nueva no creo que estimule mucho el viajar en avión, pues antes, aunque no te daban más que unos cacahuetes, el viajero no se sentía molestado todo el rato que dura el viaje.
Con un tiempo más que primaveral a las 15:20 horas salimos en dirección suroeste pasando por la perpendicular entre Oporto y Salamanca, dejando al oeste a Coimbra, según marcaba el monitor de vuelo.
Dando un leve giro al este consigue pasar por medio de las dos poblaciones de Lisboa y Badajoz. Desde este punto toma en línea recta paralela y distante de la costa africana, dejando a la izquierda la antigua posesión de España de el Aaiún.


Como Gran Canaria donde nos dirigimos es la isla más al sur del archipiélago al pasar a la altura de Tenerife se divisa, a lo lejos, el gran macizo montañoso del Teide.
Cuando a las 17:50 tomamos tierra en el aeropuerto de Gando en Gran Canaria la primer impresión que recibes es parecida a la de estar en una explotación carbonífera de Asturias, por el negro color de los desechos volcánicos que inundan y conforman toda la isla.
Parece casi imposible que la acción de los meteoros atmosféricos, con el paso de los siglos, haya podido formar la tenue capa de terreno fértil en el que viven una extensa gama de vegetales.
Sobre un amplio terreno bastante irregular han logrado hacer un espléndido parque donde está enclavado el hotel Beverly Park donde nos hospedamos.

Esta primer noche cenamos en compañía de una simpática alemana que hablaba nuestro idioma con bastante desparpajo.
Nos preguntaba que de dónde éramos los nuevos huéspedes que animábamos el comedor, hablando también el español. A pesar de decirla que éramos de tres provincias castellanas, en ningún momento mentó el castellano como nuestra manera de hablar. Un buen ejemplo para muchos que se avergüenzan de llamar español a la lengua con la que nos entendemos todos los españoles.
Paseando después de cenar por el gran jardín del hotel, como la temperatura era parecida a las noches de Agosto de aquí, los grillos y demás bichos nocturnos nos brindaban sus cánticos.
Comentábamos con Raquel y unos amigos que hacía mucho tiempo que en nuestra tierra, por culpa de los herbicidas, no se escucha este alegre concierto de la naturaleza.

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