viernes, 23 de octubre de 2009

VENDEDORES AMBULANTES



Grandes han sido siempre los servicios de estos esforzados comerciantes abasteciendo de todo lo necesario a los que vivimos en multitud de pueblos pequeños, esparcidos por esta comarca. Conocí en mi niñez a los que durante muchos años subieron de Escobar a San Nicolás: dos tenderos llamados Hipólito y Emilio, que con sus mulas bien pertrechadas, aguantaban las inclemencias del tiempo y el fatal camino.















Quedaba maravillado de la maña que se daban para transportar, en apartados adecuados, el sin numero de artículos que traían a vender.
El aceite lo traían en dos zafras de igual peso metidas en unas fuertes alforjas. Por un agujero sacaban un grifo conectado a las zafras y con toda comodidad hacían la medición correspondiente.

En otras alforjas y apartamentos, acondicionadas al artículo que transportaban, metían los más variados productos que uno pudiera imaginar, todo ello tapado con una gruesa manta para que el agua o el calor del sol no afectara a las mercancías.




Los caminos de herradura que existían entonces la mayor parte del año eran intransitables. Las aguas de la lluvia circulaban libremente por ellos, convirtiéndoles en auténticos arroyos, por donde sólo sepodía ir a pie o encima de una caballería. La única ventaja que tenía este medio de locomoción es que se podía cortar a derecho por cualquier lindera, ribazo o cárcava pues con una pequeña anchura transitable era suficiente. Esto daba origen a senderos muy transitados de varios kilómetros,que tomaban el nombre del lugar donde terminaban.



Era célebre el sendero de Sahagún a Villelga, de unos doce kilómetros. El de San Nicolás a Villemar de seis kilómetros y el de Moratinos a Lagartos de unos cinco kilómetros. Además de estos, conocí a otros más cortos con nombres de atajos o veredas todos con la misión de acortar distancias.


Este lento movimiento de la gente fomentaba el trato entre los parientes, pues entrar a echar un trago era casi obligatorio y sin prisas comentar sus vidas. Ya en los años cincuenta y sesenta se fueron arreglando los caminos.
El impulso mayor lo dio la concentración parcelaria que desarrolló una amplia red de caminos muy útiles, tanto para que todas las fincas tuviesen su servicio, como para el tránsito en general. Con esta mejoría los vendedores ambulantes pasaron a usar el carro de varas tirado por una caballería y confortablemente equipado con toldo, viseras y lonas protectoras. Todo ello hizo que su trabajo fuese mucho más cómodo.
Recuerdo a un buen tendero de Sahagún llamado Domingo que estuvo vendiendo por estos pueblos muchos años. ¡Con que técnica llenaba las medidas de aceite, casi más arriba de su borde, manipulando el cuello bien curtido de la piel de una cabra donde lo traía!
Para que no manchara las demás mercancías traía este pellejo en la parte traseradel carro.
No sé si por los muchos años de oficio o por su carácter abierto, el caso es que cuando Domingo llegaba a un pueblo revolucionaba a sus vecinas citándolas por sus nombres con tal gracia y desparpajo, que muy pocas se resistían a salir a la puerta y no comprar algo.
Esta manera de vender, que a primera vista parecía natural, pude comprobar que era una técnica perfectamente estudiada, como lo es el actual y moderno márketing para convencer al cliente.
Como yo labraba en San Nicolás, muchos días nos cruzábamos en la carretera. Un día lo hicimos a la entrada de Moratinos. Domingo venía medio adormilado y acurrucado en un rincón del carro tapado con una manta. Pero cual no sería mi sorpresa cuando le vi despojarse rápidamente de ella y empezar muy decidido su actuación, llamando a voces a la primera vecina que se llamaba Daniela, alertando a las demás con fuertes repiqueteos de los llamadores metálicos antiguos, que le servían de reclamo.






Tiró de su carro muchos años una yegua de color rojo bien cuidada y aparentemente muy mansa. Pero un buen día, bajando una pendiente se desbocó y en su loca carrera fue vaciando el carro de su contenido.Aquí caía una caja de galletas, más allá un saco de azúcar, después el pellejo del aceite y así hasta que se la pudo sujetar y reponer en parte semejante estropicio.







Al retirarse Domingo tomó el relevo otro tendero de Escobar llamado Leonardo. Este por su comportamiento honrado se ganó en poco tiempo una buena clientela.
Actualmente recorren estos pueblos vendedores de todo lo necesario en modernos furgones con departamentos adecuados a cada mercancía. Debido a la movilidad de sus vehículos pueden abarcar zonas muy extensas.


A todos ellos dedico esta reseña, para que las nuevas generaciones puedan apreciar su meritoria labor

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