domingo, 6 de diciembre de 2009

VISITA A UNA ALDEA GUARANÍ















Como está situada en plena selva, para llegar a ellos nos llevaron en unos camiones preparados a tal fin que tenían abiertos sus laterales y en cómodos asientos. Fue una gozada disfrutar del espectáculo de la selva tropical. El guía nativo nos explicó que había tenido que estudiar cinco años nuestro idioma, pues el Guaraní por naturaleza es parco en palabras.

Dada su inclinación nómada iban aprovechando la caza de la que vivian, en diferentes lugares y cambiaban de sitio para dar tiempo a que las distintas especies se recuperaran. Actualmente, como ya no les dejan cazar, labran algunas pequeñas parcelas de maíz y mandioca para su consumo.



Aunque no quieran, nuestra llamada civilización va influyendo en su vida. Nos contaba el guía que los niños, para que no anden descalzos, habían intentado proveerles de diverso calzado con resultado negativo. También les han puesto escuelas donde pueden cursar el grado medio y lentamente las nuevas generaciones podrán optar a la universidad.







Nuestra tecnología también les ha invadido, pues al dotarles de luz eléctrica tienen acceso a la radio y televisión, de la que disfrutan mucho por ser aficionados al fútbol.
El Estado, que les utiliza como reclamo publicitario les subvenciona y, por su parte, saben sacar partido de los turistas.


















El guía nos condujo por intrincados senderos explicándonos sobre el terreno las trampas que usaban antes para la caza.
Muy vistoso fue también un grupo de niños y niñas cantores, que valiéndose de unos tubos de bambú golpeaban el suelo para guardar muy bien el ritmo de sus canciones autóctonas, con voces de niño muy bien timbradas.














En un espacio con mesas tenían expuesto como un mercadillo donde vendían objetos de madera muy bien logrados que ellos mismos tallan.



















Vivían antes en casas de cincuenta metros de longitud construidas con troncos de árboles y techo de hoja de palmera. Allí convivían hasta cuarenta familias bajo el mando de un jefe o cacique principal.
Las casas que vimos desde los camiones en que nos llevaron son unifamiliares, puestas en medio de las fincas que cultivan y hechas ya con tablones, uralitas y cartones.

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