viernes, 8 de enero de 2010

EL MOLINO DE MORATINOS

Con este nombre fue conocido en toda esta comarca el que estaba ubicado junto a la carretera general 120 muy cerca del pueblo y aunque actualmente es un montón de ruinas, tuvo en aquel tiempo su importancia en la vida tanto de Moratinos como de San Nicolás.
Ateniéndome a lo escuchado a mis padres, a comienzos del siglo XX un hombre laborioso y emprendedor llamado Fermín construyó en este lugar un molino de los llamados de “fuego” o molinos a motor para distinguirlos de la gran mayoría que se llamaban de“agua”por ser este el elemento primordial que los movía.




Esta buena iniciativa le valió pingües beneficios, pues en toda lazona de la Vega Saldaña, páramo próximo incluido, la Vega de Sahagún y Cuenca del Valderaduey no había un solo molino de motor.
En los meses de pleno estiaje cuando el poco agua de las presas desaparecía por el necesario uso de riegos, una masiva afluencia de usuarios acudía a moler a este molino, que en años de sequía se pasaba tres o cuatro meses sin dejar de moler noche y día, parando solamente el tiempo imprescindible para picar las piedras.



Esta operación tenía asignado un día a la semana, que me parece era los miércoles por la mañana y consistía en que, una vez apartada la tramoya donde se echaba el grano, se quitaba el tambor de madera que cubría la piedra.
Una vez descubierta esta, por medio de un soporte de medio arco que se conectaba a ambos lados de la piedra, se levantaba esta por una tuerca manual sobre una cabria giratoria que la trasladaba sobre un soporte próximo dándola la vuelta de manera que las dos piedras, la fija y la móvil quedaban con la cara de pique hacía arriba.

















El molinero provisto de un martillo de dos bocas, parecido al que se usa para picar las guadañas, con golpes bien calculados, iba ondeando primeramente las canales que la piedra tiene en el sentido de sus radios que es por donde se distribuye el grano a moler. Con la ayuda de una regla comprobaba que las superficies, tanto de estos canales como la parte plana moliente, quedaran lo más rectas posibles para acoplarse perfectamente a la piedra fija, que también lleva el mismo sistema que la que gira sobre ella.
Hacer bien esta labor era fundamental, en una piedra especial que todos los molinos tenían reservada para moler trigo, cuya harina se destinaba al consumo humano, que se llamaba “de fino” mientras que a las usadas para moler cebada y otros cereales, para los animales se llamaban “de puerco”.
Este molino tenía una buena limpia del trigo, que aún permanece entre las ruinas y un buen cedazo, que acaso por el valor de sus finas telas tamizantes lo vendieran al no usarle. Con estos dos complementosy mojando el trigo levemente, se lograba que humedeciendo la corteza del grano, soltara el salvado más medrado y se mezclara menos con la harina que resultaba al ser pasada una sola vez por la piedra.
Las fábricas de harinas más frecuentes en esta zona eran las que tenían seis cilindros, aunque las más sofisticadas llegaban a tener hasta diez y doce cilindros. Este sistema de cilindros permitía hacer la molturación por etapas, quitando por medio de varios cedazos el salvado producido en cada una de ellas.












En las de seis cilindros, después de una cuidada selección y humedecimiento del trigo, se le pasaba por el primero que casi no hacía más que aplastar el grano, que pasado por un basto cedazo nos daba lo que se llamaba salvado de “hoja”.
Por un complejo sistema de elevadores se conducía al segundo cilindro, un poco más apretado que el primero, que nos daba el salvado fino, el tercero la “tercerilla”,el cuarto la “cuarta” el quinto la harinilla, y el resto con un apriete masivo nos daba la fineza definitiva de la harina empleada en tahonas y repostería.


Con este método tan sofisticado de molturación se eliminaba casi todo el germen y gluten de la cáscara del trigo. Modernamente los gustos han cambiado y se añaden estos elementos a la fabricación del pan, que si ha perdido en blancura lo gana en vitaminas.



Agradecidos debemos estar a estos molinos, la mayoría desaparecidos,pues durante la intervención contribuyeron a mitigar el hambre moliendo con la amenaza de una buena sanción, el trigo autóctono y lograron que el pan nunca faltara en nuestra mesa.
Todos estos molinos llevaban el nombre genérico de “maquileros” por la manera de cobrar sus servicios al cliente.
De muy antiguo venía la costumbre de cobrar la “maquila”, cantidad que siempre se cobraba de la misma especie del cereal que se molía y en la cantidad tradicional de “cada cuarto un cuartillo” que para mejor entenderse, reduciéndolo a kilos equivalía aproximadamente a cobrar un kilo por cada veinte de molienda.
En esto también afloraba la picaresca por ambas partes, pues cuando se medía para moler, el cuarto siempre se “copetaba”, buscando sacos que llenos sobrepasaran los cuatro cuartos. Como esto lo tenía asumido el molinero, cuando maquilaba metía el celemín a fondo sacándole lo más “encopetado” que podía, con lo que ambas partes quedaban equilibrados y tan contentos, no sabiendo quien engañaba a quien.
El antes mencionado Sr. Fermín, como hombre adelantado a su época, montó en el mismo motor del molino una pequeña central eléctrica, que si para ahora sería una antigualla, para aquellos años de 1920 fue unavance extraordinario para estos pueblos que nunca habían tenido luz eléctrica.
En un derroche de iniciativa empresarial, tan escasa en estos lares, tuvo que montar de su propio peculio, una red de reparto por varios pueblos de esta comarca, con sus correspondientes transformadores y ,aunque la línea era de postes de pino con dos hilos de cobre, tuvo que suponer una cuantiosa inversión.
De este hombre tan trabajador y avanzado tengo un buen recuerdo, pues como buen molinero, era un gran experto en trabajar la madera y mi padre le encargó que me hiciera la primera “carraca” que yo tuve. Con la gran ilusión infantil que me hacía tenerla pronto en mis manos, recuerdo que hice varios viajes al molino sin resultados y al final por no verme solo andando por la carretera me la hizo.


















Olvidaba deciros que el suministro de energía eléctrica, era sólo durante la noche y el contrato mínimo era necesariamente por una bombilla, con lo que se arreglaban la mayoría de las casas y todavía había algunas que no la usaban por parecerles un lujo caro. En otras casas para tener varias bombillas instalaron el contador correspondiente, sólo para alumbrado, pues los electrodomésticos muchos de ellos ni se habían inventado.


Recuerdo emocionado la cariñosa broma que mi abuela Nicasia me gastaba cuando oscurecía y comprendía que era la hora que daban el fluído. Con mucha ceremonia conectaba la llave y fingía contrariedad al no haber luz, echándole la culpa al operario encargado de esto que se llamaba Lorenzo.
Como intercesión a dicho señor, mi abuela me hacía repetir “Lorenzo, que venga la luz” y cuando fija mi vista en la bombilla y tras varias peticiones llegaba la luz, mis ojos reflejaban una alegría infantil inmensa, que debía compensar a mi querida abuela los desvelos de cuidarme cuando mis padres estaban de viaje o en alguna faena del campo que nunca faltaba.












Toda esta gran obra de molino y central se vino abajo por la mala administración y derroche sin medida de su mujer e hijos, que, cuando cobraban los recibos de la luz, lo gastaban en vicios y francachelas. Cuando llegó la guerra civil ya se había encautado de todo un prestamista de Sahagún .

1 comentario:

Javier Revilla Casado dijo...

Muy interesante. Enhorabuena.
Colgaré una referencia en:

http://www.harineras.blogspot.com/

Si dispone de más datos o imágenes, por favor, hágamelos llegar.

Un cordial saludo.