jueves, 26 de agosto de 2010

LOS PEREGRINOS NUESTROS DE CADA DÍA.
















JUEVES 22-7- 2010
A primera hora llegó una mejicana sola. Había venido en compañía de unos franceses pero las ampollas de los pies les retrasaron unos días y tuvo que dejarlos para hacer el Camino a su aire. No piensa llegar a Santiago el día de la fiesta, pues tiene margen hasta el 3 de Agosto. Empezó el Camino en Burgos y para otro año espera completarlo desde Francia.
Dos italianos pasaron luego.Uno es fisioterapeuta y se llama Fabio, el otro es enfermero y se llama Ángelo. Les extrañó lo pequeño del pueblo y preguntaron si había jóvenes y de qué vivíamos.
Luego me hicieron una pregunta que me pareció extraña al decir que acaso no comeríamos carne más que de gallina y oveja. No concebían que en un pueblo tan pequeño pudiéramos consumir otra clase de carne, ni tener las comodidades de una vida moderna.
La señora Gori Aguirre me dijo que esperaba un vehículo que la llevase a su pueblo, terminando aquí parte del Camino que piensa reanudar el año que viene. Le di facilidades para el aseo personal en el servicio de la ayuntamiento que agradeció mucho.
Como mujer práctica aprovechó la llegada del panadero ambulante para comprar una barra y con ella hacerse un bocadillo.




















Diego Maria de Colombia venía acompañado de una leonesa Rosa Garrote, que había trabajado de joven en la azucarera de Veguellina. Les llamaba la atención la pureza de nuestro castellano hablado en estos pueblos que han visto y nuestro carácter al parecer serio, pero muy correcto con el visitante. Comentamos sobre nuestro dicho “eres más terca que una mula” y que tal vez a terco la gane el burro que al cruzarse con la yegua puede perder intensidad.
En nuestro cotidiano paseo por el Camino de Santiago nos encontramos con dos chicos jóvenes que andaban buscando un albergue parroquial pues decían que les trataban muy bien y no les cobraban más que la voluntad.
De los demás albergues no hablaba muy bien pues les cobraban 12 euros por una comida a base de bote de conserva. Para alargar el poco dinero que traían habían comprado botes de toda clase de conservas para hacer alguna comida que acompañaban con una botella de vino considerándola como algo extraordinario.
En plan de guasa decían que ellos muchas noches dormían en un hotel de muchas estrellas, refiriéndose a las del firmamento.

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