domingo, 24 de abril de 2011

RECUERDOS DE UN MONAGUILLO


































Hace ya setenta años
en San Nicolás, mi pueblo,
la Semana Santa era
como muy bien yo recuerdo.

Jueves Santo era el segundo
de los tres jueves brillantes
que con muchas ceremonias
lograba ser importante.

Para hacer el Monumento
frente al altar se clavaban
cuatro maderos con marcos,
que las mujeres forraban.

Con mantones de Manila
colchas, cortinas y estampas
que en ese día salían
del viejo arca guardadas.

Las velas de media libra
todo el mundo las llevaba
para lucir con esmero
en el Monumento y guardarlas.

Para mil cosas valían
por estar presentadas.
Conjuraban a las nubes
y muchos males quitaban.

Con tanta vela encendida
para prevenir incendios,
por turnos, los monaguillos
velábamos el Monumento.

Como pago a estos servicios
nuestro buen cura nos daba
unas pocas aceitunas
y un vaso de limonada.

El día de Viernes Santo
era de luto y carracas
por estar muerto el Señor
las campanas no sonaban.


El oficio de tinieblas
lo seguíamos cohibidos,
esperando que apagaran
la última vela encendida.

Con la señal empezaba,
en la iglesia oscurecida,
la tormenta de carracas
y matracas bien movidas.

Con el ánimo encogido
disfrutábamos lo nuestro
hasta que con dos palmadas
se daba fin al concierto.

Sábado por la mañana
la pila del baptisterio
la llenábamos de agua
con calderos desde el huerto.

En tal cantidad de agua
el Cirio se sumergía,
quedando así bautizado
y con ritos se encendía.

Con todo el agua sobrante
como estaba bendecida,
se llenaban muchas jarras
que llevaban las vecinas.

Con repique de campanas
El Señor resucitaba
quedando todo en orden
para celebrar la Pascua.

Domingo de Resurrección:
de alegría y gozo lleno,
la aleluya se cantaba
y todo el mundo contento.

A estas costumbres tan viejas
aportemos otras nuevas
y hagamos, con nuestro apoyo,
que estos ritos no se pierdan.






























































































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