sábado, 16 de julio de 2011

NUEVA TEMPORADA

Este 7 de Julio de es el primer día que abrimos la iglesia de Moratinos en el 2011. La afluencia de peregrinos es numerosa y de los países más dispares.

En el libro de firmas se aprecia desde una en chino hasta otra de cuatro miembros de la familia Valdés Morales. Joaquín, Maria, Arturo y Ana.


Otra recordando el Santo del día escribe: “Día de San Fermín y en Moratinos. No me podía imaginar estar mejor y en un pueblo tan tranquilo y pequeño.¿Ya estamos allí? Un saludo peregrinos ¿y animo?"






















Pasan muchos ciclistas unidos por el afán de llegar a Santiago. Delante de dos granadinos y un asturiano pasaron dos montados sobre dos motos pequeñas. Al comentar que ellos dando pedales llevaban motores movidos a garbanzos, el asturiano dijo que a él no le gustaban los garbanzos pero sí las fabes y nos dejó este refrán. “ Con fabes y sidrina no hace falta gasolina.”
















Otro joven ciclista se fijo en el pendón diciendo que haría falta buenos brazos para llevarlo. Le expliqué que no demasiados, pues la maña es del que tira de los cordones. Este tiene que hacer una leve presión tirando de ellos según la dirección y fuerza del viento ayudando al que lo lleva, que sólo tiene que aguantar el peso del mástil y la tela.






















Me viene ahora a la memoria la costumbre que había en San Nicolás que los quintos llevaran el pendón. Tres días antes del jueves de la Ascensión era tradición hacer rogativas para bendecir los campos y se iba cantando la letanía de todos los santos.


Era común el dicho de “Lunes letanía, Martes letanía, Miércoles letanía, Jueves la Ascensión y toda la semana de procesión."


Así eran aquellas costumbres que se celebraban muy de mañana y a las que muy pocos faltaban pues se trataba de bendecir al campo para que nos conservara sus frutos de los que todos vivíamos.


La pugna por llevar el pendón entre los quintos era proverbial. Alguna vez me acuerdo de guardarme en una depresión del terreno que había a la puerta de la iglesia, para que nadie me quitara la vez cuando fuera el Sr. cura.


Me encantaba llevar el pendón y máxime si tiraban de los cordones un hombre mayor, que era muy experto en ello.


Si alguna dificultad tenía era llevarlo entre las calles, cuya dirección del aire cambia según su trazado. Pero cuando salías al campo al ser este más regular, podías levantarle al máximo ondeando toda la tela, cuyas puntas restrallaban al ser impulsadas por la suave brisa del amanecer.


A esa hora parece que el campo saluda al nuevo día. Los pájaros lanzan sus mejores trinos, la alondra macho se eleva hasta divisar el nuevo Sol y desde allí canta a su compañera que está encubando para que salgan sus polluelos en el nido camuflado en cualquier sembrado.



























¿Qué gran diferencia la de aquel campo y el de ahora? Antes algunas tierras se teñían de rojo por las amapolas, o de amarillo por los rábanos. Los pájaros pasaban el invierno comiendo las semillas de los cardos y tobas que en ribazos y holgados crecían con abundancia, lo mismo que el alverjón del que se alimentaban las muchas palomas que llenaban nuestros palomares.





















Ahora con los herbicidas también gusta ver los campos bien cultivados y limpios, pero pagando el tributo de tener un campo muerto en el que apenas se ven síntomas de vida animal.
A los jóvenes acaso les parezca esto exceso de sentimentalismo, pero os puedo asegurar que los que vivimos las dos épocas, sentimos nostalgia por la primera.
Perdonadme esta divagación y volvamos a lo que han quedado escrito los peregrinos en el libro de firmas.
Un ciclista solitario, caso raro pues casi todos pasan en grupo, escribió esta jugosa sentencia: “Mucha andadera y poco pueblo. Bueno para el espíritu y malo para el cuerpo”

Otro explicó sus opiniones poniendo; “ Un pueblo y una iglesia singulares, en medio de campos de girasoles y trigo ¡Me acordaré de esto!
El portavoz de otro grupo de Burgos, con el acento recio de esta zona se expresó : “Paisaje cautivador, caminos de meditación, soledad”
Cinco ciclistas de Zaragoza, con su inconfundible acento maño, nos dejaron un cariñoso saludo a los que habitamos en pueblos tan pequeños.
Todos estos mensajes denotan su altura de miras y explica, de alguna manera, el misterio de recorrer el Camino de Santiago.


























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