viernes, 23 de diciembre de 2011

ENCUENTRO DE DICIEMBRE EN ARENILLAS DE SAN PELAYO













El día 21 se celebró en Arenillas de San Pelayo este encuentro que precede a la Navidad, con su espíritu festivo impregnando la fiesta que juntos celebramos.

El grupo folclórico La Vihuela de Saldaña, al que agradezco su meritorio empeño por conservar nuestras tradiciones, nos recordó el calendario de festividades que en nuestra juventud se celebraban en muchos de estos pueblos.
Comenzaron recordando el primero de Febrero, fiesta de las Brígidas, interpretando las canciones y letrillas adactadas a estas fechas.
El segundo día, Las Candelas, festejos que se celebran especialmente en Cea desde los tiempos en que una señora muy rica hizo donación de un gran monte a Cea, con la condición de celebrar estas fiestas con el máximo esplendor.














Con el régimen rotatorio de un vecino al que nombran mayordomo y se encarga de organizar las fiestas. Esta alternancia ha establecido entre los vecinos una sana emulación porque cada año sean mejores que el anterior.
Existe un refrán popular que dice
El primero brigidero
El segundo candelero
El tercero San Blas
La cigüeña veras
Y si no la vieres
Año de nieves.
Esta ave, casi familiar, que anida en muchas torres tiene el instinto de volver de su estancia en África por estas fechas, retrasándolas en unos días si su instinto la dice que no han acabado los fríos invernales.
Desde muy pequeños nuestros mayores nos inculcaron un gran respeto por esta ave, que se alimenta limpiando las charcas y zonas húmedas de animales nocivos para el hombre.
De las fiestas de San Blas este grupo también nos dio una muestra de los cantares y músicas propias de ese día.
Las Águedas, en que toman el mando las mujeres por un día, celebran su patrona el cinco de Febrero. En muchos lugares se celebran animadas fiestas especialmente en Zamarramala (Segovia ) declarada de interés turístico nacional.














Esta Santa, joven de una gran belleza, es particularmente invocada para curar los males de los pechos en recuerdo del corte de ambos, que sufrió en su martirio, promovido por negarse a satisfacer los deseos sexuales del emperador Decio en el siglo III.
Nos explicaron también el método de pedir los mozos por el pueblo. Cuando llegaban frente a una vivienda cantaban estas tres peticiones: Pasamos, Rezamos o Cantamos.

Si los habitantes escogían la primera pasaban de largo, no sin cantar unas estrofas que afeaban su tacañería.
Si hacía poco tiempo que había muerto algún familiar escogían la segunda, rezando una oración por el eterno descanso del difunto.
Si los habitantes de la casa escogían la tercera les cantaban con alegría y regocijo, no sin antes conseguir el donativo, que empleaban para el desarrollo de las fiestas.
Siguiendo un orden cronológico pasaron a explicarnos las Marcias, fiestas muy arraigadas en especial en Cantabria y la montaña palentina.
De los carnavales, a los que mi abuela llamaba Antruidos, también hicieron una leve reseña, que no concuerda con el gran implante que tenían en muchos pueblos.
Su principal aliciente era disfrazarse muy bien para que no te conocieran los vecinos, cuando se salía por las casas a pedir huevos, harina y aceite, para hacer las tradicionales orejuelas, que se consumían en alegre fiesta por los mozos y mozas del pueblo.









En Mayo sigue siendo tradicional el poner el mayo delante de la iglesia. Para ello se cortaba el árbol más derecho y latizo que se encontrara. Luego venía lo más difícil que era pinarlo, operación que ponía a prueba la habilidad, fuerza y el uso de escaleras, maromas y demás medios para lograr su levantamiento.
Ya narro en mi libro En La Tierra De Campos-memorias de un labrador, las fatigas que pasamos los mozos los dos años que logramos hacerlo, pues un árbol que parece pequeño pinado, cuando lo ves en el suelo no lo es tanto y presenta una serie de problemas para pinarlo con métodos manuales.
En los pueblos que labraban con vacas, que no era nuestro caso, tenían la técnica de abocar el culo del tronco hacia el hoyo, y dando para atrás la pareja de vacas uncidas al carro, iba subiendo el mayo lentamente hasta que entraba en el hoyo profundo definitivo.
En esta zona esta costumbre se aplicaba también en el canta-misa de algún sacerdote hijo del pueblo.
No podía faltar a este grupo las canciones y leyendas aplicadas en la noche de San Juan con sus hogueras y demás tradiciones. Las jóvenes casaderas buscaban encontrar el trébol de cuatro hojas, como augurio de su próximo casamiento.





















Con un rabel pastoril nos cantaron alguna canción de aquella época, comentando, en plan de guasa que el afinamiento de este instrumento es tan difícil, que suponía estar afinándole medio tiempo y el otro medio tocarlo desafinado.
Lo que más despertó la nostalgia de los asistentes fue la ejecución con la dulzaina de una jota originaria de Villota Del Duque (Palencia) que nos hizo recordar nuestros años mozos.





















Aunque este instrumento, tan arraigado en Castilla, sufrió en pasados años un bajón en su uso, actualmente la Diputación de Palencia ha fundado una escuela donde se enseña a tocarla, y para su programación todo alcalde que lo solicite tiene asegurada la presencia de la dulzaina el día de la fiesta del pueblo.















Después del concierto pudimos admirar, en la sala capitular de este antiguo monasterio, una exposición de muebles antiguos magníficamente restaurados por aficionados manitas, que nunca faltan en estos pueblos. Como testigo de su buen hacer acompaño varias fotos.


















Un baúl bien conservado me trajo a la memoria el que yo usaba en el seminario, que nos servía para todo.
En una parte de él poníamos la ropa debidamente separada de la que nos servia como despensa donde guardábamos el pan blanco y demás alimentos que nos traían del pueblo.
En aquellos tiempos de penuria alimenticia dar un toque al baúl mañana y tarde era un buen complemento a la comida bastante buena que nos servían en el refectorio.
En camas antiguas tenían varios cabeceros muy bonitos y conjuntos de lavabos y mesillas, reclinatorios, sillas y espejos muy representativos de aquella época.
Todo el conjunto lo realzaba la singular bóveda de esta sala capitular apoyada en bien labrados capiteles.




















Con estos dos eventos Escuelas Campesinas procuran darnos algo propio de nuestra edad. Volvimos satisfechos a nuestras casas, no sin antes desearnos mutuamente el buen paso de estas entrañables fiestas.















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