sábado, 28 de abril de 2012

MATRIMONIOS CON SUS NIÑOS EN MORATINOS

Desde el pasado mes de Octubre en que ya conté el desarrollo de un bautizo en Moratinos, los jóvenes padres de otros dos neófitos han tenido a bien alegrarnos con la presentación de sus retoños.
Ni que decir tiene que la presencia de este niño y niña ha constituido una novedad en el pueblo y un orgullo para sus familiares, que ven como el recuerdo de la familia cala muy hondo en su descendencia y tratan de que se trasmita a la siguiente generación.
Viendo el exquisito cuidado y cariño con que las actuales madres atienden a sus hijos valiéndose de los complementos más modernos, me ha hecho recordar el eterno anhelo de todas ellas por conseguir el
bienestar de sus hijos, dentro de las posibilidades que en aquellos años podían ofrecerlos.
Como la Seguridad Social no existía, los nacimientos se hacían en los hogares con la asistencia de las parteras que existían en los pueblos, y que por sus muchos años de practicas eran una ayuda inestimable para un acto tan trascendental como es el parto.
 

 Contrariamente a lo que ahora se usa el niño era enfajado en fuertes mantillas para que cogieran fuerza en sus piernas. Al cabo de tres meses se decía" poner al niño en cortos" quitándole las mantillas para
facilitar sus movimientos.
Durante este periodo el sitio preferido para poner al niño durante el día era encima de la trébede, que con su tibio calor facilitaba su sueño y bienestar.

 Recuerdo, como si lo estuviera viendo, la pequeña colcha que mi abuela había confeccionado con trozos de trapos de diferentes y vivos colores con la que se cubría las mantas y el pequeño colchón donde reposaba el
nuevo hermano, y que los mayores deseábamos conocer aunque sólo fuera por un momento.
Para los ajenos a esta zona intentaré explicar los múltiples usos que tenía la trébede en la vida familiar.
En el fogón a nivel de suelo donde se cocinaba, especialmente en invierno, los alimentos de la familia, y con el rescoldo sobrante esparcía el calor a las próximas habitaciones.
Para más comodidad sobre la parte alta embaldosada se tendía una manta o tapete que recogía la temperatura. Como su largo era el equivalente a la estatura humana, constituía un lugar muy adecuado para descansar o dormir la siesta.
¡Cómo recuerdo el gran alivio que sentía mi espalda al reposar sobre ella, después de pasar el día siguiendo a las mulas tras el arado!
Su vivificante calorcillo me estimulaba a pasar la velada escuchando el gran programa radiofónico titulado El Teatro del Aire, que entonces emitía Radio Nacional, donde pude oír casi todos los títulos del teatro clásico.
También, durante el bloqueo radiofónico de la dictadura, podía oír por la noche el programa titulado Radio España Independiente, Estación Pirenaica, que nos daba alguna noticia verdadera de lo que sucedía en
España y en el mundo.


La censura procuraba anularla acoplándola el ruido de un motor de explosión.
Esto no era impedimento para que esta emisora, técnicamente bien dotada cambiara la sintonía.
Si con paciencia repasabas el dial la encontrabas unos días hasta que nuevamente la anulaban.




 Pero volvamos a los achaques que el niño sufre en su periodo de lactancia. El estreñimiento suele ser muy corriente y por la escasez de medicamentos las madres lo combatían con métodos caseros, que ahora
pueden parecer ridículos. Cortando el fósforo de una cerilla su varilla de cera con abundante aceite servía como supositorio. También los excrementos de los pájaros servían para este fin.
Las inevitables escoceduras se curaban maravillosamente con el polvo que desprenden las vigas de madera atacadas por el coronjo. Con todos estos remedios caseros las madres se las ingeniaban para proteger a sus hijos de todos sus males y peligros.
En cuanto a la lactancia lo general era la leche materna, ayudada por alguna puchera de sopas hervidas, que eran masticadas y templadas por la boca de la madre.
En algún caso muy especial la solidaridad de los vecinos salía a relucir, consintiendo que una cabra pudiera pastar libremente por cualquier sitio de sus huertos y campos, pues con su leche se estaba alimentando a una criatura humana recién nacida.
Al bautizo, que tenía lugar entre los tres y los ocho días del nacimiento, asistía solamente el padre acompañado de los padrinos y la Mamantera, que casi siempre era la partera que siempre había asistido
al parto.
La madre quedaba en casa guardando la cuarentena hasta el día que salía a misa, y no era bien visto que saliera incluso de casa.
El Bautizo revestía gran solemnidad ayudado por el alboroto de los chiguitos expectantes por correr los confites.
D Angel, que asistió de cura en San Nicolas y Moratinos muchos años, era muy estricto en las ceremonias. Recuerdo que en invierno cuando derramaba el agua sobre la cabeza del niño, siempre hacia espavientos
de frío, pero no dejaba de mirar concienzudamente con una vela para ver si el agua habia tocado la carne, sin lo cual decía el niño no quedaba bautizado.
Los padrinos del primer hijo solían ser los mismos de la boda y escogían el nombre. En estos pueblos era costumbre poner el nombre del santo del día, por raro que fuera.


 A los cuarenta días del alumbramiento la madre con su hijo asistían a una ceremonia muy entrañable en la iglesia. Aguardaba en el portal a que el Sr cura revestido saliera a recibirla. Después de unas bendiciones imponía a ambos la estola con la que entraban en la iglesia hasta el altar, donde se celebraba la misa como bendición a la buena salud del recién nacido.
Después de la misa la madre enseñaba a su hijo como devolviendo la visita a cuantos vecinos la habían visitado a ella tras el parto.
Con estas ceremonias y remedios artesanales las generaciones se fueron sucediendo desde tiempos inmemoriales, en las que siempre quedó patente el gran amor maternal como principal factor de supervivencia.


 Como homenaje a todas las madres añado estos versos que escribí hace unos años


                                                A  NUESTRAS MADRES

                                       Si en esta vida tuvimos
                                       una madre bondadosa,
                                       debemos pues recordarla
                                       más fragante que una rosa.

                                       El amor de madre ha sido
                                       por todos siempre ensalzado:
                                       es sincero y generoso
                                       y muy desinteresado.
      
  Es prudente y prevenido
  incansable y consecuente;
  ardoroso y exaltado
  amable, puro y paciente.

  No podemos pedir más
 de un amor tan regalado
 que a todos nos lo dan gratis
 con sólo ser deseado.

 Este préstamo de amor
ningún interés conlleva
sin esperar nada a cambio
lo da todo sin reserva.

  Nos la dan sin escoger
como madre no hay más que una
y los que de ella nacimos
tenemos la gran fortuna.

  Aunque todos te abandonen
y muy bajo tu nivel
el hijo, no tenga dudas,
su madre estará con él.

  El mejor de los amores
que sobre la tierra existe
es el amor de una madre
pues nada se la resiste.

  Como nacemos enclenques
necesitamos cuidado
¿ y qué iba a ser de este niño
sin tener su madre al lado?

  Poco agradecidos fuimos
los hijos para sus padres
y ahora que también lo somos
nos parece peor que antes.