De unos años acá se ha extendido la moda de utilizar palabras utilizando las primeras sílabas de otras palabras para acortarlas. Antes, aunque
también se acortaba algún nombre, lo normal era decirlos completos sin tener,
a veces, que adivinarlo como ahora.
A los jóvenes, que fueron los
principales causantes de esta moda, no les ha podido caer mejor este nombre que
explica su modo de vida y el comportamiento despreocupado de toda
obligación: ni estudian ni trabajan.
Siempre se tuvo como la cosa más
natural y necesaria aprovechar los años de nuestra niñez y adolescencia para
dedicarlos a aprender, cuanto más mejor, las cosas que de mayores nos serían
muy necesarias para desenvolvernos con mucho aprovechamiento en nuestra edad
adulta.
Cuando por circunstancias de la
vida esta preparación no se hacía, no quedaba otro remedio que entrar a
trabajar en lo que fuera para ganarse el sustento propio y el bienestar de la
familia.
Estas dos obligaciones parece que
a muchos jóvenes no les atañe, y despreciando la primera pasan a la segunda
creyendo que la vida es jauja y que es lícito vivir sin trabajar convirtiéndose
en verdaderos parásitos de la sociedad.
Este anómalo comportamiento puede
tener muchas causas pero la principal creo que está en la misma familia.
Los
padres, al tener más medios económicos, se convierten en tacaños para tener hijos y pasan a ser espléndidos dándoles toda clase de caprichos que les
convierten en seres faltos de voluntad para afrontar la vida con la decisión y sacrificio
tan necesarios.
Además de estos “Ninis” se
podrían acompañar por otros, que tal vez dimanan de estos, pues ni se les pasa
por la cabeza que llegando a una determinada edad deben independizarse de sus
padres y vivir su vida según sus gustos. En la mayoría de los casos los gustos
de los padres son diferentes por razón de su edad y costumbres que les cuesta
mucho abandonar.
Otro “Ninis” que se podría añadir
es que, contraviniendo el instinto de todos los seres vivos de perpetuar la
especie, ni quieren pensar en tener hijos a su debido tiempo, pues muchos
retardan tanto en tenerlos que más que hijos parecen tener nietos.
Está tan generalizada esta idea
que el otro día viendo un programa de televisión me impactó mucho el que un
joven, a una pregunta del locutor de si pensaba de verdad no tener hijos, lo
reafirmó poniendo sus dedos en cruz y jurando por ella, como si se tratara de
cometer algún crimen.
Este repugnante comportamiento
también tiene un mucho de egoísmo, al no pensar que si él está en este mundo se
debió al amor y decisión de una pareja, a la que no importó aguantar los muchos
desvelos que la crianza de un niño lleva consigo.
Estas reflexiones pueden parecer
una antigualla, consecuencia de mi edad. Me daría por satisfecho si ayudara a
los jóvenes a pensar, que aunque el mundo ha progresado mucho, hay principios
inmutables que la sabia naturaleza nos impone, si no queremos que nuestra raza
desaparezca engullida por otras, a las que consideramos inferiores.