miércoles, 8 de abril de 2015

MI PRIMER COCHE

  

Voy a hablaros de los años 60 cuando  nuestra situación económica se fue normalizando, y entre los labradores se llevaba comprar unas minimotos llamadas de Gucci-Hispania, un primer avance para dejar las sufridas bicicletas y hacer algún desplazamiento corto y visitar las tierras. A pesar de las continuas ofertas que me hizo un vendedor de motos en Sahagún, siempre me excusaba diciéndole que juzgaba mucho más práctico y necesario el coche que la moto y que cuando pudiera con desahogo me compraría un coche.
  


Al poco tiempo compré un Renault 4-L al que vulgarmente se le llamaba “cuatro latas” por su apariencia poco suntuosa, pero muy prácticos y resistentes para su uso en múltiples transportes.
  Si el coche en todos los estadios de la sociedad es un signo de prosperidad, en el mundo labrador se aumentaba por ser uno de los primeros que se vio por aquí, y cuando iba a arrendar o comprar alguna tierra le dejaba guardado en un callejón apartado si quería regatear en el trato, cosa muy difícil si veían el coche.
  Al ser una novedad, causaba admiración en convecinos y familiares, cuando les visitaba o les trasladaba en  algún viaje, y si soy sincero diré que me causaba más ilusión conducir mi utilitario que el actual Audi que tengo.
  Grandes fueron las prestaciones que este humilde coche me prestó, pues lo mismo servía para trasladar a toda la familia cómodamente instalada, como para escoger uva en las viñas, llevar simiente a las tierras, arreglar ruedas de aperos de labranza, ir al molino con cereales y muchas cosas más.
  ¡Qué placer y comodidad me producía poder llevar a mis tres hijos mayores, cuando empezaron a estudiar en León, así como maletas ropas y múltiples libros que les exigían en los internados!
  También en él hacíamos varias excursiones, como a Zamora, El Valle de los Caídos para visitar la tumba del padre de Raquel allí enterrado como víctima de la guerra civil. 


Con un día de duración también hicimos la ruta del Cares y la de los pantanos, visitando Riaño antes y después de ser anegado por las aguas.

  Si el uso del coche en las capitales, con su desmadrado aumento se pone más difícil cada día, en los pueblos por la galopante despoblación y falta de muchos servicios, se ha hecho casi imprescindible para cubrir múltiples necesidades, y cuando algún matrimonio viejo por carecer de carné de conducir o falta de facultades no puede disfrutar de su uso, aún a su pesar tiene que abandonar su pueblo y emigrar a la capital o pueblos grandes.


El uso correcto del coche ha sido siempre el exponente mejor que detalla la personalidad de cada persona.
Cuando te sientas frente al volante y compruebas que todo funciona según tu voluntad no puedes por menos de sentirte superior frente al peatón, y si ves que otro vehículo, especialmente si es de peor cilindrada, que te adelanta se siente como un menoscabo en tu amor propio, y tienes que contenerte para no seguirle y establecer esas competiciones de velocidad, que casi siempre tienen un desenlace funesto.
Muchos y muy variados son los factores que inciden en que se pierda la concentración frente al volante.

Unos pueden ser los paisajes que a veces son tan llamativos que no renuncias a verlos.
En mi caso te entretiene el ver a los diferentes tractores de conocidos labrando las muchas parcelas ubicadas a lo largo de la ruta.
Pero, según estudios realizados, el teléfono móvil se ha convertido en el aparato más nocivo si se utiliza durante la conducción. 
En apoyo de esto días pasados oí por la radio al director general de tráfico lamentarse que cuantas más aplicaciones se iban incorporando a estos aparatos más accidentes había por esta causa.
Es tal el vicio que muchos van cogiendo con este artilugio, que algunos confiesan no poder ya vivir sin él. Cada vez es más frecuente ver a conductores con una mano en el volante y la otra en la oreja.


Esperemos que esta mala costumbre vaya disminuyendo con el paso del tiempo, igual que pasó con el uso del cinturón de seguridad, que tuvo unos comienzos muy críticos. Mas cuando se comprobó que su buen uso salvaba muchas vidas, fue aceptado por la mayoría de la gente.
A pesar de mis muchos años todavía disfruto del carné de conducir actualizado todos los años y avalado por los quince puntos que pocas veces he mermado. Pero como el tráfico en las capitales de provincia se pone cada vez peor, nuestra hija más próxima Raquel nos lleva a ellas, reservándome el uso del carné para acceder a los pueblos cabecera de comarca en un radio de menos de cincuenta kilómetros, para poder abastecernos de los comestibles que en estos pueblos tan pequeños no se encuentran.

Si con el paso de los años estimo que soy un peligro para circular por carretera restringiré el uso del coche. Aprovechando la buena red de caminos de la concentración usaré el coche para hacer alguna escapada por el campo con mi mujer, para disfrutar de lo que siempre hicimos a lo largo de la vida, y recordar nuestras tierras que labradas diligentemente, nos proporcionaron recursos para elevar el nivel de vida de nuestros hijos, que es la aspiración natural de todos los padres.         

     

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No hay coche comparable al 4L desde la visión de aquellos años. No hay Ferrari ni Mercedes que le haga sombra.El Renault "cuatro latas" entraba en las tierras, transportaba gasoil y me ayudó en el accidente del tractor.Entiendo la ilusión y el orgullo de mi padre por poseerlo si se tiene en cuenta, además, los tiempos de postguerra tan duros y difíciles que le dan un valor añadido. ¡Viva el Renault 4 y las experiencias vividas por toda la familia con él!
Un beso.
Carlos.

Anónimo dijo...

En un principio comprarse un coche sea de la marca que sea, era símbolo de prosperidad, aportaba comodidad en varias familias y se le tenía un gran aprecio porque nos permitía descubrir nuevas rutas. Solo podíamos sacar puntos positivos para este medio de transporte. Lamentablemente, hoy en día, pienso que las cosas han cambiado, por ejemplo:
-Si tenemos que poner un sobrenombre a los coches, ya no sería “cuatro latas” sino “cuatro cartones” pero eso sí, con una hermosa fachada, que no resiste gran cosa.
- Las personas abusan de su uso, ya que varios padres/madres de familia se desplazan a dejar a sus hijos/as, al colegio que está a dos calles de su vivienda, o lo que es peor, a la panadería del barrio, que perfectamente podrían ir caminando ya que es domingo y no trabajan.
- Comparto con usted que las nuevas tecnologías de apoco nos empiezan a dominar, es increíble como una persona piensa, que es indispensable contestar una llamada mientras conduce, pero lo más descabellado es que se dan modos para responder a un mensaje de texto.
Pueda que haya más puntos negativos o positivos que se puedan llegar a debatir, pero he de decir que personalmente disfruto conduciendo, es verdad que a veces sin darte cuenta te pasas con el acelerador y es algo que voy corrigiendo.
Por otro lado este medio de transporte nos sigue permitiendo conocer pueblos, paisajes, costumbres, tradiciones, que deleitan la mirada y podemos pasar un momento agradable sin stress conociendo mejor la ciudad o país en el que vivimos.

Un saludo.
Jacqueline