viernes, 5 de junio de 2015

LA SIEGA

Esta faena tal como se realizaba hace noventa años, para mí era el trabajo más duro de todas las faenas agrícolas.
    Quiero explicaros con la amplia transmisión oral que mi madre, experta segadora, me contó muchas veces. 


Empezaré por la hoz, herramienta antiquísima que se ha encontrado en excavaciones prehistóricas hecha con silex, mineral muy duro y con casi la forma actual. 


A nuestros días ha llegado hecha de hierro de forma curva, con dientes o de filo por la parte cóncava afianzada con un mango de madera, que el buen segador debe imprimirla dos movimientos muy peculiares. 
El primero, introduciéndola entre las espigas con un movimiento envolvente sirve para juntar a estas y cogerlas mejor con la mano libre. Una vez sujetas por esta, se baja la hoz para que sea más fácil cortarlas con un rápido tirón.
    

Normalmente el “mayoral”o jefe de la cuadrilla, se ponía delante y haciendo tres veces el movimiento antes descrito, llevaba “una calle” de un metro aproximado de anchura, que iba avanzando seguido por los demás miembros de la cuadrilla.
     
 
Los segadores que trabajaban en estas tierras, procedían de la zona de Santa Maria del Páramo y todos los pueblos del páramo hasta Galicia de la que también venían muchas cuadrillas. Los parameses más cuidadosos dejaban mejor rastrojo que los gallegos más barullas, pues cuando el trigo estaba bajo para aguantar más abusaban del “chancazo”que era cortar de un mandoble con la hoz las espigas sin recogerlas y si el amo no se fijaba bien no advertía la jugarreta.
     Villada, por ser una zona céntrica, era el mercado donde se contrataban a los segadores, que dormían en los soportales de su plaza mientras encontraban tajo.
     Casi siempre las cuadrillas las componían los miembros de una misma familia y en número no superior a seis segadores y el “motril”, un chavalillo que ayudado por un burro llevaba el agua y la comida.
      El compromiso oral se hacía por hectáreas segadas que además del dinero acordado, el amo tenía que darles las ollas estipuladas por lo segado, además de dos panes grandes. 

Esta estaba formada de un cocido de almortas, que aquí se llamaban “muelas”, con el correspondiente tocino y “tasajo” o “petenera”, que era carne de vaca algo salada y secada al sol procedente de la Argentina, gran exportadora de carne, producida en las inmensas praderas de sus Pampas. 


Como en aquella época no se había inventado el frigorífico, tenían que exportarlo a todo el mundo en grandes bloques prensados y a pesar de los lentos transportes llegaba en buenas condiciones y después de remojada se convertía en una carne bastante aceptable por lo que se consumía mucho por esta zona.
     Todos estos alimentos se condimentaban con cebolla y otras especies y como la cebolla era más barata que el tocino, abundaba lo primero y escaseaba lo segundo. Se hizo célebre una queja que hizo un motril en lengua medio gallega:- "Dijo mío mayorale que no echara tanta tiriforfolla en la folla que no fonta el pan."
     Como véis no faltaban quejas por la comida y también divergencias por lo que tenían de cabida en las tierras segadas, por los que los mayorales de cada cuadrilla venían provistos de una vara de madera que tenía una longitud de 3,33 metros que se llamaba estadal con el que, en compañía del amo de la finca, medían esta a estadales recorriéndola en sus lados esenciales para determinar su cabida.
    El motril era el único contacto que tenían con el pueblo pues desde que empezaba la siega dormían siempre en el campo cerca del corte en una gran morena que preparaban sirviéndoles de cama. Para todo cuanto necesitaran, especialmente para llevarles la olla caliente todos los días, tenían al motril y esta ración de alimentos la repartían para tres comidas, al mediodía comían las muelas reservando lo demás para la cena y desayuno.
Para defenderse del frío relente mañanero se arropaban con la mies seca de la morena hecha en el último atardecer.
   Puede parecer exagerado en estos tiempos, que para completar el número de la cuadrilla alguna mujer de la familia viniera a segar con el niño de pocos meses al que amamantaba y según mi madre, estas cuadrillas se las distinguía por la blanca “tabanera”que instalaban cerca del corte para preservar al niño de los rigores del sol y poder la madre solícita dar el pecho cuando lo pidiera.
    Por los años trascurridos quizá pudiera haber algún anciano longevo, en los páramos y limites de Galicia, que fuera criado en estos anchos campos de Castilla.
    El único día en que se interrumpía la faena era el día quince de Agosto, fiesta de la Virgen, que se dedicaban íntegramente a descansar. Por la mañana, en las numerosas y bien cuidadas fuentes que había por todo el campo se procedía a un perentorio aseo personal, afeitándose los hombres y retocándose las mujeres con un ejemplar uso del agua disponible, pues por su propio interés las fuentes debían de estar en condiciones de servir agua potable en todo momento.
  
   
Por la tarde honestamente aseados y vestidos con lo mejor que tenían a su alcance, todas las cuadrillas bajaban al pueblo y en la plaza se organizaba un animado baile que según mi madre, sobrepasaba en número al del día de la fiesta del pueblo.
    Con una moza que tocara la pandereta entonando alguna sencilla canción tenían suficiente para pasar una tarde agradable, relacionándose los jóvenes y mayores con gente de su zona, aunque fueran de pueblos distintos, y tal vez sirviera de ocasión para que los jóvenes entablaran una relación que pudiera acabar en boda.
    Digno de encomio merece el comportamiento de esta gente, que a pesar de aguantar la dura faena de la siega, demostraban que el hombre se divierte cuando su espíritu interior se lo pide, sin influir para nada los medios externos.
    Al atardecer todas las cuadrillas volvían a sus cortes de siega a descansar en la gran cama redonda bajo el sereno cielo de Castilla, tachonado de estrellas que ayudarían a soñar las jóvenes con el chico con el que habían pasado la tarde.
    Con las primeras luces del día siguiente, reanudaban con nuevos bríos la faena hasta su terminación y con el dinero ganado en el “Agosto”volvían a su tierra satisfechos de tener unos ahorros que les sirvieran para pasar mejor el crudo y largo invierno.
     No todos podían darse el lujo de contratar segadores, y muchas familias, como la de mi madre lo hacían con la cooperación de todos sus miembros. Su régimen de trabajo sólo se diferenciaba de las cuadrillas que cuando estaban cerca del pueblo dormían en sus casas, en todo lo demás si querían que avanzara la siega tenían que llevar las mismas normas.
   Como mi abuelo materno Joaquín procedía de Villalebrín, sus tierras estaban en dicho campo distante unos cuatro kilómetros, recorrerlos a pie después de todo un día de trabajo, para venir a casa constituía un esfuerzo adicional por lo que optaban por quedarse a dormir en el campo.
     Me comentaba que para que no se acercaran las culebras y más bichos peligrosos, mi abuela Nicasia les mandaba con la cena abundante provisión de cebollas cuyo olor dice que les distanciaba, poniendo cascos alrededor de la morena que les servía de cama. No sé si esto tendrá algún fundamento científico, pero creo que era más bien el efecto psicológico junto con el cansancio el que les hacía dormir bien.
    Para que en el mes de Septiembre, que algunos años se ponía lluvioso, no se alargara la faena de trilla, había que ir trillando mientras se segaba.
    Los encargados de esto eran normalmente los hombres y se comentaba que al hacer la trilla en la era casi conocían las manadas de cada segadora por la manera de estar atadas, en especial las de tía Eutiquiana que las ataba tanto que había que darles unos cuantos toques de horca para que se soltaran.
  
  
El día que se estrenó la primera máquina segadora debió de ser un acontecimiento en San Nicolás. Todo el pueblo acudió al puente de la carretera para ver el invento y muchos no podían comprender que la fuerza motriz de dos mulas que arrastraban la máquina podía segar más y mejor que varios segadores. Su uso se generalizó rápidamente y aún recuerdo los fuertes cajones de madera en que venía desarmada la que compró mi padre.
    Se la compró a un mecánico de Villada llamado Aurio y era de la marca Massey-Harris imitación de la Qormi americana que junto con la Dehering, eran las dos marcas que mejor resultaban.
   
 

Mi madre y el agostero que cogíamos tenían que ir detrás de la maquina “apañando”las gavillas que en línea dejaba la segadora y hacer con ellas las “morenas”. Hacer bien una morena requería cierta maña y mucha práctica. Según las gavillas que juntaras tenían que calcular la redondez de ella de manera que se cerrara con un solo brazado sobre el que se echaban las arrastraduras del “gavillero” con lo que se tapaba también las espigas de la última gavilla.

  

A mediodía regresaban a casa, donde mi madre preparaba la comida y hacía las demás faenas de la casa. Por la tarde para que no se retrasara la siega seguía apañando hasta el atardecer.
 Mas sobre estos temas en acarreo y trilla en 5 del 11 de 2008 y  en 8 del 4 de 2011.    
       Emocionado por este recuerdo compuse en su honor este poema.


 Si en esta vida tuvimos                                      Los seis hijos que ella tuvo     
una madre bondadosa                                         todos vivos hoy estamos
debemos pues recordarla                                    Dios la premió el amor
más fragante que una rosa                                  y el desvelo de criarnos
                                        
El amor de madre ha sido                                  Siempre tuvo la ilusión
por todos siempre ensalzado                              de ver a alguno casado
es sincero y generoso                                         y el destino no la dio
y muy desinteresado                                           lo por ella deseado
                                         
  Es prudente y prevenido                                  Ya que no pudiste en vida
incansable y consecuente                                   de tus hijos disfrutar
ardoroso y exaltado                                            que Dios nos conceda a todos
amable, puro y paciente                                     muy juntos contigo estar.

No podemos pedir más
de un amor tan regalado
que a todos nos lo dan gratis
con sólo ser deseado

Este préstamo de amor
ningún interés conlleva
sin esperar nada a cambio
lo da todo sin reserva

  Nos la dan sin escoger
como madre no hay más que una
y los que de ella nacimos
tenemos la gran fortuna

 Aunque todos te abandonen
y muy bajo tu nivel
el hijo, no tenga dudas,
su madre estará con él

  El mejor de los amores
que sobre la tierra existe
es el amor de una madre
pues nada se la resiste

  Como nacemos enclenques
necesitamos cuidado
¿ y qué iba a ser de este niño
sin tener su madre al lado?

  Poco agradecidos fuimos
los hijos para sus padres
y ahora que también lo somos
nos parece peor que antes


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